LA CORAL DE TIERRA BOMBA

Un canto celestial surgido de nuestra tierra

En apenas un par de años esta iniciativa ha logrado mucho más para la comunidad de lo que el maestro Édgar Avilán y Milton López, gestor social de la Armada, pudieran haber soñado. 

La idea surgió en medio del reparto de mercado como un gesto de solidaridad con el poblado de Tierrabomba durante la fase más estricta del encierro por Covid 19, cuando la actividad turística cesó por completo y la economía de los vecinos quedó en el aire.

“Cuando me acerqué a la comunidad y al Consejo Comunitario, me contaron sobre roces entre pandillas a causa de la cuarentena. Recordé proyectos en los que había visto el poder transformador de la música, así que se me ocurrió compartir el arte con ellos”, nos cuenta el maestro Edgar Avilán Díaz.

Édgar nació en Santa Marta, pero llegó a Cartagena a los nueve años y se siente cartagenero por adopción y sentimiento. Si a algún lector su nombre le suena familiar es porque es hijo del maestro Edgar Avilán, fundador de la mayoría de coros de la ciudad, así como destacado músico y director de orquestas de muy diversos registros: big bands, de jazz, de marchas, de grupos folclóricos. Para no ir muy lejos, don Édgar, padre, creó la Filarmónica de Comfenalco, un esfuerzo en el que participó su hijo desde 1996 hasta 2014. 

Esa herencia llevó a Édgar, hijo, a tener dos formaciones profesionales en paralelo, la de odontólogo y la de músico: al final ganó la música. Edgar estudió un posgrado en la prestigiosa Northwestern State University, en Louisiana, donde se enfocó en business y en producción musical. Ha trabajado en diferentes instituciones educativas de Cartagena, fundando sus corales, en grupos de jazz, música tropical y corales infantiles. 

El instrumento fundamental 

“Cuando me contaron que estaban esos temas incipientes de pandilla, soñé con la escuela y hacer muchas cosas”, relata Édgar. Había muchas ideas, pero recursos limitados. Entonces llamó a un viejo amigo con responsabilidades importantes en la Armada Nacional. –Tengo esta idea, pero no tengo lancha y necesito que me ayudes–, le dijo. 

La respuesta fue muchísimo mejor que una lancha. Le presentó a Milton López, el gestor de acción integral de la Armada para Tierrabomba, quien resultó ser un motor con turbo. “Nos hicimos muy buenos amigos porque al hombre también le gusta trabajar muchísimo, es incansable; llegamos a la isla y la verdad es que tuvimos la oportunidad de hacer muchas cosas en poco tiempo”. 

La pandemia retrasó el proceso, pero para marzo de 2021 hicieron los primeros avances concretos. Edgar se montaba a la lancha con un piano digital al hombro y se iba a la isla. “A mí me gusta soñar en grande y soy como el hijo bobo de Dios, porque siempre me ayuda en todo. Junto a Milton, a punta de megáfono, pudimos invitar a los niños y jóvenes a participar; nos prestaron un salón y ahí empezó el sueño”. 

Con la bendición de los líderes iniciaron con un grupo de niños. “Pude captar la atención de los chicos, escuchando sus historias y sentimientos; empecé a componer canciones con ritmos propios de nuestra región, que les dieran voz a sus palabras. La primera canción que hicimos, al parecer, se convertirá en el himno del pueblo”, comparte Edgar. Se refiere a la canción ‘Tierrabomba’ que habla de la isla, de su gente y se ganó el cariño de quienes iban a la escuela.

“Pedazo de tierra que surge del mar, 

altiva, poderosa belleza sin igual.

Aquí la gente, sobreviviente, 

de esclavitud de la colonia

Y corrupción ya más reciente.

Somos pueblos orgullosos, 

amables y talentosos

y a pesar de circunstancias 

feliz y poderoso.

Aquí se juntan el azul y el verde 

con el negro de su gente

Tierrabomba presente.”

Y ante la falta de instrumentos Édgar se decidió por el recurso más sencillo y abundante: la voz humana. Para su sorpresa el talento vocal de la isla es desbordante. Si en una prueba de voz usualmente él había visto pasar a uno de cada diez niños, aquí la proporción era de siete u ocho. Había nacido la Coral de Tierrabomba.

Del museo al muelle

“El primer concierto de la Coral fue en la conmemoración de la noche de San Juan, el 24 de junio en el Museo Naval, organizado por la Armada. Los muchachos no tenían uniformes, pero todos fuimos con camisas azules. La Ministra de Cultura se encontraba ahí; la gente lloraba de emoción, no se imaginaban que aquellos niños de Tierrabomba lograrían algo tan espectacular”, recuerda Milton.

Luego empezaron a llegar invitaciones a conciertos y la escuela ganó mayor reconocimiento. Vinieron otras presentaciones, como la del aniversario de la Armada Nacional a la que asistieron el presidente de la República y toda la cúpula militar. 

Milton relata: “Al final del concierto una de las niñas le dice al presidente Duque –Presidente estamos muy agradecidos y emocionados de estar acá, pero quiero pedirle algo—. El presidente, muy emotivo por la presentación, le dijo –Claro ¿qué quiere?-. La niña le respondió –Nosotros queremos un muelle porque donde vivimos no hay uno y nos mojamos los pies–”.

La inocente petición de la niña tocó un punto sensible. “Es ridículo que a cinco minutos de Bocagrande haya una isla apenas un poco más pequeña que San Andrés, con miles de personas que viven sin agua potable y, en el poblado de Tierrabomba, sin muelle. En parte, la función de la Coral es visibilizar todas esas problemáticas”, describe Edgar a medio camino entre la indignación y el entusiasmo de ayudar a resolver ese estado de cosas.

Así fue como el Presidente le ordenó al Ministro de Defensa y a la cúpula militar que se construyera aquel muelle. Se espera sea instalado para el primer semestre de este año y se sabe que ya está en construcción en una planta industrial, pues es modular . “Hubo proyectos que se quedaron solo en ideas, pero gracias a la Coral y al trabajo de visibilización, los niños consiguieron materializar ese sueño”, dice Édgar. 

Y luego, a la nevera

Para septiembre de 2021, un grupo representativo de la Coral fue a Bogotá, con gastos pagos por el Ministerio de Cultura para presentarse en el renovado teatro Colón, el decano de las artes escénicas. Hubo intercambio cultural, visita guiada a la casa de Nariño, hotel de cinco estrellas, bus permanente, comida infinita y un particular lujo que aún está lejos en su pueblo: agua caliente en la ducha.

“Viajar a Bogotá fue emocionante, era nuestro primer viaje en avión y a una ciudad tan fría. Agradezco a Dios por las personas que lograron hacer realidad este proyecto; ha sido de gran bendición para los niños y jóvenes nativos. Hemos aprendido mucho, logramos viajar y conocer nuevos lugares”, cuenta con emoción Adair García, joven miembro de la Coral. 

‘Ada’ tiene veinticuatro años y es una de las principales líderes de la Coral entre los vecinos de Tierrabomba. Llegó al grupo cuando su amiga, Yeris Córdoba, gran cantante, le contó que llegaría una fundación a enseñar música. “Pensé que era la oportunidad perfecta; fuimos a la reunión del primer día y desde ahí hago parte de la Coral”. Ahora que la Coral está dando los primeros pasos para constituirse en una fundación, ‘Ada’ hace parte del equipo directivo inicial.

Transformación en curso

En la Coral hay jóvenes de entre ocho y veinte años. Veinte de ellos provienen de Bocachica; otros veinte, de Caño del Loro; y casi cincuenta de Tierra Bomba, incluyendo Punta Arenas. La Armada Nacional ha ayudado con los transportes desde los dos pueblos más alejados. 

Las clases son los sábados; a las seis de la mañana sale una lancha a buscar a los jóvenes a las comunidades; el maestro Edgar Avilán, el profesor de danza y de percusión, salen temprano desde Cartagena. A las ocho comienzan las clases de técnica vocal y danza, al mediodía finalizan; a los muchachos se les asignan unos trabajos para que practiquen durante la semana. Los chicos más grandes son monitores, de esa manera se aseguran de que sea un proyecto circular, que más tarde los chicos puedan replicar por sí mismos.

Los tres coinciden en que este proyecto que parecía bastante modesto se ha convertido en un impulsor de transformaciones. “Durante la pandemia, las condiciones académicas de la isla empeoraron, los niños casi no estudiaban porque el internet era malísimo; no tenían nada que hacer durante el día. En medio de ese contexto, la Coral se convirtió en un espacio seguro, de crecimiento personal y artístico”, explica Milton. 

‘Ada’ resalta que los beneficios han sido visibles. “A quienes están vinculados, a principios de año se les asignaron kits escolares y de aseo; también vinculamos a otros quince niños que no hacen parte de la fundación. Conseguimos el muelle y seguimos luchando por más”. 

Cantar y visibilizar

A la que ahora es la Fundación Coral de Tierrabomba, se le han sumado otras organizaciones más allá de la Armada como aliado estratégico y de la comunidad, con el Consejo Comunitario al frente. Miltón menciona a la Secretaría de Educación Distrital y a la Fundación Universitaria Unicolombo como nuevos aliados e invita a las fundaciones y empresas que operan en la ciudad para que se sumen.

“El proyecto pasó de ser una escuela que ofrecía oportunidades artísticas y culturales, a ser algo más grande; a visibilizar por medio del arte a toda la isla y a su gente. El objetivo es que no reconozcan a Tierrabomba solo por los hoteles y la playa, sino también como un territorio de comunidades negras y afrodescendientes; que reconozcan su historia como parte del patrimonio de Cartagena y se contribuya a resolver temas urgentes como la pobreza y las deficiencias en servicios e infraestructura”, resumen Milton.

La Fundación en su nuevo momento pretende enseñar no solo técnica vocal y danza, sino también a tocar instrumentos, como una estrategia de paz. La Secretaría de Educación y la fundación suiza Musik übers Meer les entregaron instrumentos musicales, aunque no pueden dejarlos en la escuela porque el lugar no cuenta con rejas y se exponen a ser robados. También les hace falta profesores de música, así que continúan tocando puertas para conseguir mayor apoyo.

Una buena noticia es que el Consejo Comunitario les cedió el segundo piso del salón comunitario, que deben terminar de adecuar para los ensayos porque no está en condiciones óptimas. 

El maestro Avilán describe su experiencia con la Coral “gratificante, enriquecedora y formadora. Pero siente que ha recibido de la comunidad más de lo que ha dado. “He aprendido con toda la gente. Aunque fui con la idea de ayudarles, ellos me han enseñado más a mí: son dueños de una dignidad y una fortaleza admirables por encima de las circunstancias que les toca vivir”. 

Recuadro

ANITA

Esta es la historia de Anita

Una niña muy bonita, 

que vivió en Getsemaní así como su abuelita

Mamá le contaba historias sin tiempo

En las que corría descalza con su cabello al viento

Y cuando creció sintió los golpes de la realidad

La vida no era como se la contaba su mamá.

La primera vez que Anita sintió que no era bonita

Fue cuando su hermana le brindó soda cáustica y papita

Para que estirara, su hermoso cabello 

y así un pelao más clarito le pidiera sus besos

Y en ese momento no entendió porque tenía que cambiar

Si ella se sentía linda como lo era la ciudad.

CORO

Ay rompe cadenas Cartagena de mi corazón

Ay rompe cadenas Cartagena deja ya el temor

Ay rompe cadenas Cartagena en tu corazón

Ay rompe cadenas Cartagena es la revolución

Aunque siempre fue muy lista

Ella solo conseguía trabajo para limpiar, 

lavar, planchar y hacer la comida

Y de noche estudiaba, tenía buen promedio

Y hasta la hija ‘e la patrona le explicaba el colegio

Y cuando el dueño de la casa en la noche quiso molestar

Su amiga le dijo -Calladita te defiendes más-.

Anita ya grandecita se dio cuenta que en la vida

Si ella no se para firme otro le pasara por encima

Y enseña a su hija con grito en el cielo

Que diga orgullosa lo que quiera y siempre sin miedo

Porque ella se siente tan valiosa como los demás

Y no va a dejar que maltraten su verdad.

Letra, música y arreglos:

Maestro Edgar Avilán Díaz

Video completo en: 

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La Barulera

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