COCOSABARA: BARÚ TIENE QUIEN LA CUENTE
Primero eran seis, luego quince y hoy son más de veintiún jóvenes que quieren contar la isla y ser el referente cuando alguien busque saber de las tradiciones, la historia y la cultura que se viven aquí.
“El grupo comenzó a formalizarse en plena pandemia. Salíamos a trotar y cada uno llevaba su teléfono. Cuando veíamos la flor, la mata, el paisaje, ahí nos tirábamos a tomarle fotos y las publicábamos en las redes sociales; incluso hacíamos como un collage o un video. Etiquetábamos a todo el mundo y les gustaba la foto, empezaban –Ay que chévere, saben editar las fotos, saben hacer vídeos– y que no sé qué”.
Quien habla es David Ramos García, de 23 años. Está terminando la carrera de psicología “con la beca de papá y mamá” en Comfenalco. David es uno de aquellos primeros seis jóvenes. Los otros cinco pioneros fueron Jair Gómez Sarabia, Diego Ramos, Judith Rodríguez, Eleidys Castillo y Eder Gómez Batista.
“De la mano de la Fundación Santo Domingo empezamos a reunirnos todos los viernes para acordar la visión y cómo llegar a esas metas. Quedó claro que queríamos visibilizar nuestra isla y su cultura: la gastronomía, la danza, las trenzas. Que nuestros orígenes y nuestra tradición no se pierdan, para que las generaciones futuras tengan conocimiento de ello y sepan de dónde vienen”.
De esas reuniones salió el nombre, que es el resultado de juntar las letras iniciales de las palabras Colectivo de Comunicaciones de Santa Ana, Barú y Ararca = Cocosabara.
El papel de la Fundación Santo Domingo ha sido crucial en la creación y sostenimiento del colectivo. Había comenzando un proceso previo, hacia 2018, con el colectivo Jocfus –Jóvenes Construyendo Futuro con Santa Ana– y luego se enfocó en lo que hoy es Cocosabara. Aquellas reuniones de los viernes eran gestionadas por el entonces profesional de comunicaciones Ricardo Ramos, con talleres en temas como manejo de cámara fotográfica, edición de video y habilidades comunicativas y sociales. Fue entonces cuando el grupo permanente subió a quince jóvenes, principalmente de Santa Ana.
Judith Rodríguez Barcasnegras, de 25 años, es una de las seis jóvenes originales. Es de Santa Ana y estudia diseño gráfico. Recuerda que el origen del grupo se remonta a antes de 2020 cuando comenzó la pandemia por Covid 19.
El proceso le ha ayudado mucho en lo personal. “Soy demasiado impaciente y quiero que las cosas se den y se hagan muy bien. En Cocosabara he aprendido que todos tenemos capacidades diferentes, que cada quien tiene su propio ritmo y que debemos adaptarnos a los de los demás. En pocas palabras: a trabajar más en equipo”.
Aún siendo diseñadora, su fuerte desde los primeros tiempos ha estado en la redacción de los textos y en los ‘copys’, como se les dice a los textos con fines publicitarios y comunicativos, como los de un aviso o un video.
Isabella García Mejía es de las menores. “Cuando entré a Cocosabara solamente tenía doce años y ahora llevo tres de un proceso muy bonito y que nos inspira. A veces me parece muy raro que a Barú solo lo conozcan por las playas blancas y no por lo que somos: cultura, arte y sabor. Queremos que eso sea visible y todo el mundo lo conozca”.
En su momento Isabella se vio obligada a elegir entre Jocfus y Cocosabara para que no se le cruzaran los tiempos y los cables, más con las obligaciones escolares en el colegio Barbacoas, donde cursa su bachillerato.
“Después me arrepentí porque todo lo que habíamos comenzado lo dejé a un lado por algo que prometía, pero que al final no funcionó. Otra vez me motivé y me dije –Voy a ingresar de nuevo; quiero hacer lo que me gusta y resaltarlo en el grupo donde sé que me voy a sentir bien–. Fue como revivir y ser parte del grupo al que siempre pertenecí”.
De lo aprendido, le ha gustado más la fotografía y las habilidades sociales. “Yo era una persona que me reprimía ante la sociedad y se me dificultaba comunicarme con los demás; hablar, expresarme y mostrar los dones y habilidades en las que destaco. Cocosabara me ha dado esa confianza y ese conforte para abrirme más con las personas. Sé que eso me ayudará más adelante en algún proyecto en el que tenga que dar una información o comunicar algo”.
Franklin Darío Villero Támara se había percatado de que David asistía los viernes y sábados a algún tipo de reuniones en el colegio Barbacoas. “Un día me preguntó si podía ir con él. Cuando llegué me contaron que era para un colectivo de comunicaciones con los jóvenes de la comunidad. Como en mi casa no estaba haciendo nada en particular, empecé a asistir”.
Así, de manera un poco casual, como le pasa a tantos otros jóvenes que encuentran de pronto una actividad que los enfocan, a Franklin se le han pasado dos años entre charlas, talleres y actividades.
“En los talleres con la Fundación Gabo trajeron a unos profesionales para hablarnos de la edición de video y de cómo es el trabajo de un periodista: qué es lo hacen, a dónde van, etcétera. Me quedó claro que la labor de un periodista no es muy fácil, que tienes que tener un plan, hacer las cosas bien y ser muy humilde, buscar la verdad de todo y mostrar también las cosas buenas”, recuerda.
Hoy Franklin está terminando el bachillerato en la nocturna. Este año se gradúa y presenta el examen del Icfes. Está listo para seguir formándose y sacarla del estadio, pues quiere progresar “de una manera que cuando lo veas te de un paro cardíaco”.
Oliberta Guerrero Morales nació y creció en Ararca, hija de ararquera nativa. Tiene veintisiete años y es profesional en Ingeniería Industrial de la Universidad Tecnológica de Bolívar, de donde se graduó en 2020.
En paralelo a la ingeniería ha hecho trabajo comunitario. “El colectivo es una forma de trabajar en comunidades, porque buscamos resaltar nuestra identidad cultural y ancestral a través del arte y la inclusión por medio de las plataformas digitales y todos los canales de comunicación existentes. Como jóvenes lideramos ese cambio para revertir lo que han vivido nuestras comunidades en temas de pérdida de nuestras costumbres y tradiciones”, nos dice.
Además de Cocosabara, Oli –como la llaman todos sus amigos– hace parte de una red de voluntariado llamada Vales Heroico, gestionada por la Escuela de Liderazgo de la Alcaldía de Cartagena y que promueve comportamientos positivos en temas de cultura ciudadana. Al mismo tiempo se siente muy ararquera y también muy cartagenera. Piensa que son dos identidades que deberían complementarse.
A Cocosabara llegó el 29 de abril del año pasado. Lo recuerda bien porque es el día de su cumpleaños. Esta vez fue por convocatoria y Oli fue una de las elegidas. Desde entonces el grupo se consolidó en los veintiún miembros actuales.
Ahora se combina la formación con el trabajo de campo. Cubren festividades y actividades locales. El año pasado se hizo el lanzamiento oficial. Actualmente se reúnen todos los viernes y trabajan por comités como el de lectura, el de fotografía, el de edición de video y el que cubre los eventos.
“En el proceso hemos identificado las habilidades de cada uno. A mí me gustan más los temas logísticos y organizativos porque tienen que ver con mi carrera. También me gusta mucho la redacción. Entonces siempre en los comités de redacción, cuando vamos a sacar cualquier contenido digital ahí estoy yo metida porque me gusta aportar en la forma como queremos contar las historias”, dice Oli.
“De lo que hemos hecho lo que más me ha gustado, obviamente, han sido los cubrimientos en las comunidades. Por ejemplo, tenemos una sección que se llama Barú Sabe, que es de mis favoritos porque resalta los talentos que hay en toda la isla; hacemos entrevistas a la gente, le damos un formato de video y los difundimos a través de redes como YouTube, Instagram y Facebook”.
Lo otro que le encantó fue haber asistido en El Carmen de Bolívar a un intercambio de experiencias con el Colectivo de Comunicaciones de los Montes de María, que tiene un gran prestigio nacional tras más de veinte años de trabajo. El viaje y el encuentro con otras organizaciones como la de Ciudad del Bicentenario fueron muy aleccionadores.
“Ellos nos mostraron cómo crean lo que van a contar, desde el borrador hasta el producto final y también el proceso de todos estos años, para llegar a ser lo que son hoy en día: un colectivo muy fuerte, muy bien consolidado, e inspirarnos porque nosotros quisiéramos algún día llegar allá”.
Una mano amiga
La Fundación Santo Domingo ha sido el pilar fundamental para el desarrollo de Cocosabara. A su cargo está el profesional de proyectos Elbert Torres Ahumedo.
“Cocosabara nace de una iniciativa de la Fundación Santo Domingo en aras de dejar capacidad instalada en el territorios de Barú en temas de comunicaciones desde la perspectiva juvenil”, explica.
En paralelo a aquellos primeros talleres con Ricardo Ramos –recuerda Elbert– se compraron cámaras profesionales, trípode, portátiles, micrófonos y elementos de sonido para que los muchachos hicieran prácticas en el terreno. Luego vino la pandemia por Covid 19 y todo quedó en suspenso.
Aunque hubo algunas actividades, fue en 2022 cuando se retomó con todo el vigor el proyecto. Fue el tiempo de las capacitaciones con la Fundación Gabo –una referencia periodística en toda Iberoamérica– y la convocatoria que amplió el grupo.
“En 2023 seguimos con el proceso de fortalecimiento: en las reuniones de los viernes trabajamos en habilidades blandas como empatía, toma de decisiones, trabajo en equipo, proyecto de vida o autoconocimiento. Se hacen con el apoyo de Proyectarse, otra iniciativa de la Fundación Santo Domingo para la inserción laboral. También seguimos con la formación en temas técnicos de comunicaciones, manejo de cámaras y producción. Hasta hicimos una visita al diario El Universal”.
Y como la meta es que Cocosabara camine por su propio pie en adelante, se le está apoyando para que se constituyan como empresa y con ello estén habilitados para contratar como otras empresas e instituciones. La propia Fundación Santo Domingo o el Grupo Argos han mostrado el interés para que Cocosabara los apoye en sus necesidades comunicativas como coberturas de eventos, videos o fotografías, explica Elbert.
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