CARBON AZUL… Y PARTICIPATIVO

¿Sabías que el mangle almacena diez veces más carbono que los bosques terrestres? Una iniciativa reciente enlaza nuestras comunidades y manglares locales con una solución al mayor problema ambiental del mundo.

Las organizaciones Coopsana y Tuarisba, de Santa Ana y Ararca, fueron parte de un innovador proyecto de monitoreo local de carbono azul, que gestaron las fundaciones Grupo Argos y Santo Domingo y el INVEMAR -Instituto de Investigaciones Marinas y Costeras José Benito Vives de Andréis-.

El proyecto los convocó para generar un intercambio de conocimientos, no simplemente para participar en las mediciones: querían  darle valor a los saberes y experiencias de nuestros pescadores y ambientalistas y, al mismo tiempo, ofrecerles herramientas modernas de medición y seguimiento, así como una comprensión más profunda de lo que sucede en nuestros manglares.

Por ejemplo, los participantes locales fueron quienes sugirieron la localización de las parcelas de cien metros cuadrados cada una en las que se realizaron las mediciones detalladas, participaron en el conteo y toma de muestras y describieron la avifauna asociada a esas parcelas.

Además de Ararca y Santa Ana, en el estudio participó la comunidad de Boca Cerrada, al otro lado de la bahía de Barbacoas. En cada población se seleccionaron tres parcelas que reflejaran distintas condiciones, para hacerles los estudios detallados. Es como ir al laboratorio y realizarnos todos los exámenes necesarios para saber cómo estamos de salud.

¿De qué se trata?

Para entender las claves de este proyecto, primero hay que ir a lo esencial: la humanidad lleva al menos un par de siglos quemando carbón, gas y petróleo como si no hubiera mañana. Estos combustibles producen dióxido de carbono (CO2), que retiene el calor del sol, haciendo que el planeta se caliente aceleradamente.

Cada vez estamos sintiendo más sus efectos en el clima, las lluvias y los picos de calor. Necesitamos “capturar” ese CO2 de manera urgente. Se están probando diversas soluciones. Ahí entran nuestros manglares y el carbono azul.

¿Qué hace distinto al carbono azul? Este es el que almacenan los ecosistemas de manglar, pastos marinos y las marismas saladas. Es decir, los que están asociados al mar: de ahí el azul. 

Estos ecosistemas marinos capturan carbono hasta cuatro veces más rápido que los bosques terrestres, en cantidades hasta diez veces mayores y lo retienen hasta por millones de años. 

Y hay más: aunque esos ecosistemas apenas cubren el dos por ciento del área oceánica capturan ¡más de la mitad del carbono que retiene el océano!

Parte de su eficacia es que lo almacenan en tres niveles, cómo se ve en el gráfico. ¿Quién diría que ese lodo que pisamos al caminar por el manglar es un deṕósito eterno de carbono y que puede ser clave para solucionar el principal desafío global que tenemos hoy?

Manos al terreno 

Así que santaneros y ararqueros estuvieron empapándose más de estos temas, capacitándose antes de salir al campo a hacer las mediciones, que son la base de un estudio presentado en agosto pasado. Técnicamente este proceso se llama un “levantamiento de información ecológica participativa”.

“Es algo que conocíamos empíricamente, pero no de manera científica. Además teníamos claro el papel del mangle en la protección costera, pero cuando se nos habló de carbono azul nos cambió la perspectiva”, nos cuenta Bartolomé Pacheco, de la Cooperativa de Pescadores de Santa Ana -Coopsana-.

La cooperativa también se ocupa de temas ambientalistas, principalmente con la siembra de mangle nuevo a partir del vivero que tienen en su sede, a pocos metros de la plaza principal.

Son testigos de cómo un tema retroalimenta al otro: “Hemos visto que entre más mangle se siembre hay pesca más abundante, porque los manglares son como las sala cuna de los peces”.

Bartolomé explica que en el trabajo de campo, entre otras labores, se tomaban mediciones con equipos especializados, se contaban la cantidad de mangles en capa parcela y la especie a la que pertenecía cada una; se analizaba el lodo no solo en la superficie para saber si la tierra está apta para sembrar 

Junto con él participaron diez personas de Santa Ana, contando miembros de la cooperativa y vecinos que se interesaron en el proceso.

Una herramienta poderosa

“Fue una experiencia maravillosa porque aprendimos haciendo, ellos no llegaron diciendo –Nosotros lo hacemos así-,  sino venga lo hacen con nosotros. Adquirimos un nuevo conocimiento, que no teníamos”, explica Juan Carlos Cuadros, de la Corporación Social y Turística de Barú -Tuarisba-.

“Antes estábamos haciendo procesos de restauración de manera empírica, pero con este proyecto se fue más a lo técnico. Aprendimos a medir y valorar parámetros en calidad del agua, salinidad o descomposición de la materia orgánica, por ejemplo”. 

Juan Carlos destaca que junto a él, participaron siete mujeres de Ararca “empoderadas y metidas de lleno en el ecosistema, matando zancudos y jejenes mientras se hacía el trabajo”. 

“Este estudio se convierte en una herramienta para trazar la ruta de recuperación de esas áreas degradadas, saber cómo lo vamos a hacer y cuáles con los parámetros a tener en cuenta, porque cada ecosistema tiene sus dinámicas y afectaciones diferentes”, agrega. 

El futuro

En Santa Ana el plan que salió de los vecinos participantes es que de aquí al año 2030 haya sembradas un millón de plántulas, en partes iguales para el sector Cacique Julio y el de Lequerica. Esto se basa en que ya hay capacidad comunitaria para hacerlo, pues Coopsana viene trabajando hace varios años en estas siembras. 

En Ararca también hay experiencia organizativa y la visión de que se pueden obtener recursos económicos de los bienes y servicios de los manglares a través del ecoturismo. Desde Tuarisba se pusieron como metas:

  • Mantenimiento de caños a gran escala. 
  • Visibilización nacional de la comunidad, mostrando su resistencia por medio de la etnoecología.
  • Generación de empleos formales restaurando y conservando el manglar 
  • Ampliar las dinámicas de restauración a otras zonas del departamento.

A nivel mundial la captura de carbono es un tema prioritario: hay interés de la organizaciones globales, de las fundaciones y del sector privado; también hay un mercado de bonos de carbono, que beneficia a las comunidades que se dedican a este tipo de proyectos. Todo ello requiere formarse, crear capacidades y saber armar proyectos. Por eso un programa como este apunta en la dirección correcta.

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La Barulera

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