BELMIR CARABALLO DÍAZ
El príncipe de Bocachica
La sangre de la realeza cultural le viene por su mamá, Porfiria Díaz, la reina del Cabildo de Bocachica. Quien ha estado en fiestas novembrinas lo ha visto desfilar con su grupo tradicional o como Gran Lancero. O quizás en los festivales de bullerengue de la región y cuando fue finalista de Bailando por un sueño, en horario triple A.
De niño, en Bocachica, las fiestas patronales y los cabildos eran para él como el aire. Creció escuchando a las señoras cantando bullerengues y a los sextetos de negros tocando en la puerta de su casa, llevados por doña Porfiria en las fiestas patronales.
Su papá se llamaba Alejandro Caraballo de la Rosa. Comenzó como arenero en una chalupa cargando arena de mar para hacer bloques. Después le picó el bicho de la navegación y cuando menos pensó estaba trayendo loza china desde Panamá, como tantos otros. Porfiria la vendía en un puesto cerca de la playa, como tantas otras bocachiqueras. Después cambió de rumbo hacia el Atrato, para traer bananos, plátanos y cocos que comercializaba en el viejo Mercado Público, en Getsemaní, que Belmir alcanzó a conocer, antes de que lo derribaran en 1978.
“Mi papá tuvo otro hogar y por eso somos en total trece hermanos; de padre y madre somos siete; yo soy el menor. Eso influyó en mi manera de crecer, era poco consentido porque acá se manejaba otro carácter de educación, con una crianza más colectiva; yo a cualquiera le decía tía y tío”, recuerda.
“De aquella época me acuerdo que si me iba al puerto doña Tardina o doña Petrona, por dar un ejemplo, me podían preguntar: –¿Para dónde vas?– y yo no decía nada porque si contestaba venían donde mi mamá y ella me daba una paliza segura. Las mamás te hablaban solamente con la mirada y tú te devolvías. Ahora si le dices algo a cualquier niño o niña y te dice un palabrerío bien grosero; y si le vas a poner quejas a la mamá le creen es a él”.
La infancia, de todos modos, fue maravillosa. “Yo fui y soy feliz aquí en mi casa, todavía estoy aquí y me he podido ir a vivir en otro lugar; he tenido ganas de vacacionar, pero no de residenciarme en otra parte porque mi cultura es esta y pienso que estando aquí la salvaguardo mejor”.
Nace una vocación
Belmir tiene 53 años, pero no los revela. Tiene un porte incluso de treintañero, una risa fácil y amable, pero al hablar con él se nota el largo recorrido vital y cultural. En la comunidad se le valora y respeta al punto que el centro cultural de Bocachica lleva su nombre. Es un salón grande, al frente del Centro Vida. Es decir, en el núcleo donde la comunidad pasa más tiempo. Pero el inmueble necesita refacciones urgentes para cumplir su función a cabalidad.
Hablamos con él en un salón anexo de su casa, donde hay decenas de fotografías de actividades en las que se ve más a la comunidad y al grupo cultural que al propio Belmir.
Volviendo al relato de vida, nos cuenta que cuando le llegó el momento, en Bocachica no había bachillerato, así que tuvo que irse a la ciudad para vivir en Torices en casas de sus hermanos y hermanas, mientras estudiaba en el Liceo de Bolívar. Al principio no hallaba la hora de regresar a Bocachica, pero luego le fue encontrando el ‘swing’ a la ciudad y solo venía en los días de fiesta. Luego estudió una carrera técnica en Turismo y todos los diplomados que tuvo al alcance. “Yo digo que si todo lo que hoy ofrece la academia estuviera en mi tiempo, ya tuviera veinte pregrados. En cambio me dediqué a la danza, a la cultura y al teatro”.
En aquellos años le comenzó a surgir el liderazgo cultural. “En Torices afloraba más esa cosmovisión palenquera que en el propio Bocachica y había un grupo de base con el que comencé a trabajar”. Hacia 1985 “fusionamos las niñas de Ana María Vélez con los niños del Liceo Bolívar e hicimos el grupo Anmaribol”, que se ocupaba de temas culturales.
Regresó a Bocachica en 1989 y montó el pre-escolar Instituto Pedagógico Mayor de Bocachica. Duró hasta 1991: “ese año vino un proyecto social en el que el pre-escolar era gratis y le daban comida a los niños”.
Hasta ahí le llegó ese emprendimiento. Pero en ese mismo tiempo fundó el grupo folclórico ‘Luna Alegre de Carex’, que luego convirtió en fundación, con la que hace talleres y casi toda su gestión cultural propia. Su nombre formal es Fundación Cultural Afro Caribe de Bocachica Luna Alegre de Karex
A correr el mundo
“Desde entonces hemos ido a todas partes: Carnavales de Barranquilla, en los festivales de bullerengue de María la Baja, Tubará, Puerto Escondido, en Córdoba, Turbo y Necoclí; hemos participado en el cabildo de Getsemaní; todos los años en el gran desfile que se hace en la Santander en las Fiestas de Independencia, donde una vez ganamos el Capuchón de Oro como comparsa tradicional; hemos ido a casi todos los festivales de la región”, nos dice.
La lista de actividades, alianzas, aliados y apoyos públicos y privados es muy larga y Belmir puede pasar horas dando razón de cada una de ellas, de los innumerables foros a los que ha asistido, de los jurados de los que ha hecho parte, de las iniciativas que han sacado adelante. Un motor cultural como pocos: el IPCC, Acua, Arka, Seipro, BBVA, los fondos mixtos de Cartagena y Bolívar, la Escuela Taller y un largo etcétera han sido parte de sus apoyos.
“Viaje por Europa con un grupo que se llama Creadores Eméritos de Bolívar. Estuvimos en Austria, República Checa, España, Italia, Francia, Hungría. Fuimos a la Tercer Folkloriada Mundial y yo hice parte, con una pareja de bailadores de bullerengue y tambora, de la danza tradicional que fuimos a mostrar en esos festivales. En Hungría estuvimos en Pécs, Gyula, Jászberény y Budapest; luego hicimos un tour que pasó por Viena, en Austria y en Francia por París, Lyon y Marsella.
Y tuvo su momento de fama nacional, en 2006, pero no por cuenta de su actividad cultural, sino por su participación en ‘Bailando por un sueño’, de RCN Televisión. “Bailamos con Belky Arizala y estuvimos entre las ocho mejores parejas. La televisión mueve masas y la gente cree lo que ve en televisión. Me pedían autógrafos y en mi mente yo decía –¿Cuándo a mí en Bocachica me van a pedir un autógrafo?–”; eso también me catapultó a afianzar mi desarrollo cultural que tenía acá en la isla”.
El gran lancero
Pero si hay algo de lo que está orgulloso es de su gestión como Gran Lancero de las Fiestas de Independencia. Esa fue una figura que se lanzó hace una década para convertirse en el referente de las fiestas cartageneras, a la manera de la Reina y el Rey Momo en el Carnaval de Barranquilla. Para ello se designa a una mujer y un hombre con una gran trayectoria en el mundo cultural autóctono de la ciudad.
Pero al principio Belmir lo rechazó.
“Me postularon en el 2012, pero no asistí porque no quería serlo; la gente no me lo creía por lo farandulero que soy; como la persona extrovertida y carismática que soy nadie creyó que yo no quería ser Gran Lancero. En el 2013 me volvieron a postular y casi me les escapo por segunda vez. Pero gracias a Dios, al final sí fui”, relata.
“La gente desconocía esa figura. Yo fui una persona muy activa durante todos los procesos y me tocó un gobierno nuevo –como dice el dicho: toda escoba nueva barre bien– yo estaba en todos lados, eventos y foros porque el Gran Lancero preside los desfiles y autoridad festiva. Gracias a mí se conoció lo que puede ser esa figura y hoy por hoy todos quieren serlo”.
“El Gran Lancero tiene un elemento en forma de lanza que significa lucha; un bastón que lleva colores de la cuadrilonga; artesanías identitarias de nuestras etnias. Busca el civismo en la ciudad, que todos festejemos con decoro y tengamos ese sentido de pertenencia para que retomemos esas festividades que se han ido mermando”, explica.
Gestor sin freno
Aunque nadie le quita lo bailado, para Belmir no es suficiente con sentarse a masticar recuerdos viejos. Sigue muy activo: además de la labor con su grupo y las invitaciones que le hacen como jurado o participante de festivales y celebraciones, participa en mesas técnicas como las que se han convocado en los últimos tiempos para los Planes Especiales de Salvaguardia (PES) o el Plan Especial de Manejo y Protección de la Bahía (PEMP).
Entre sus labores actuales está el montaje del cabildo en la Institución Educativa Mercedes Abrego, en Cartagena. Y también tiene que sacarle tiempo al diseño del vestuario, pues ejerce esa labor que reforzó con un curso técnico en el SENA. O componer sus bullerengues, con los que ha ganado varios premios. Y los miércoles y viernes debe ensayar con su grupo de más de cien bocachiqueros para participar en las fiestas novembrinas. Este año quiere gestionar para que se le unan vecinos de Caño del Oro y Tierrabomba.
Cuando hablamos le hacía mucha ilusión su participación como aliado, gestor cultural e historiador en el encuentro cultural Cacique Karex, a comienzos de octubre y organizado por docentes de la Institución Educativa Domingo Benkos Bioho, en su natal Bocachica, que a su vez corresponde al proyecto Trenzando, gestado con Acua.
“La cultura me ha dado para vivir, aunque dice mucha gente que de eso no se vive. Pero si quieres tener calidad de vida y eres serio en tus procesos; sin hurtar ni desviar –que ahí está lo malo– sí se puede”.
“La fundación es mi vida. Desafortunadamente entró la pandemia y tuvimos que bajar un poco; si no, ya tendríamos un emporio cultural aquí en Bocachica. Pero no me quejo de nada porque todo lo que pasa es para bien y estamos otra vez arrancando con procesos”.
En el mismo anexo donde nos atendió Belmir, más tarde se hará una capacitación en manejo de radios para los equipos de emergencia, algo que no es de su órbita de trabajo, pero para lo que él presta gustosamente el lugar. Así es cualquier día de su vida.
Recuadro
La reina del Cabildo
Porfiria Díaz Jiménez es la Reina vitalicia del Cabildo Vivo de Itmina Fanti de Bocachica. Tiene 89 años y es santiguadora, rezandera tradicional, respondedora de coros de bullerengue, sabedora de la medicina y gastronomía ancestral. Toda una institución cultural.
“Ella me educó a sus tiempos y por eso estoy aquí haciendo resistencia cultural como príncipe del Cabildo”, dice Belmir. Hoy está en Cartagena, bajo el cuidado de sus otros hijos pues la salud y la memoria tienen los achaques propios de su edad.
Ha sido homenajeada por la Asociación Folclórica de Cartagena, el Fondo Mixto de la Cultura de Cartagena, por el Instituto de Patrimonio y Cultura de Cartagena, el Festival folclórico Nacional e Internacional de Cartagena, la Universidad Rafael Núñez y la Alcaldía Mayor.
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Sobrantes de texto
2320+1600= 3920.
BARÚ 2030
Una propuesta para pensar y consolidar un camino de transformación para la isla de Barú en el que las comunidades, fundaciones e instituciones actúen con una visión compartida de futuro y de lo que hace falta para lograrlo.
El TEJAR DE LOS JESUÍTAS EN TIERRA BOMBA
La comunidad religiosa llegó a tener posesión de al menos una tercera parte de la isla y generó allí gran riqueza por casi dos siglos.
¡El BULLERENGUE!
Este baile cantado -génesis de otros ritmos de la generosa música caribe de Colombia- nació en nuestras tierras y se ha expandido hasta llegar al Urabá. Una memoria de sus raíces en nuestra zona insular, donde han nacido cantaoras memorables y que está viendo un resurgir brioso a pesar de la competencia de la música comercial.
POR UNA BAHÍA RESTAURADA
Los mayores recuerdan que la bahía de Cartagena antes daba mucha más pesca, el agua tenía otros colores y transparencia, había más corales y los fenómenos como la marea o la erosión costera tenían otras características más benevolentes.
TESOROS DE MADERA Y TIEMPO
Las extraordinarias casas que componen la arquitectura vernácula del pueblo de Barú son como una máquina del tiempo en la que cada elemento tiene una función, un significado y conexiones insospechadas.
BARÚ. TRADICIÓN, HISTORIA Y COMUNIDAD.
Este es un pueblo con una personalidad tallada a través de los siglos, un pequeño paraíso con una población orgullosa y bien organizada, con muchos avances en las últimas tres décadas, pero también con problemas cuya solución se ha demorado siglos además de nuevos retos sociales y ambientales, aparejados con el crecimiento de la población.
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