ARARCA: POTENCIA EN EL DEPORTE FEMENINO

Un profesor terco y una población con chicas de un biotipo muy apropiado han sido la fórmula para poner a esta población de Barú en el mapa del deporte aficionado en Cartagena. Si lo han logrado con las uñas ¿cómo sería con un apoyo consistente y decidido?

El profesor es el cartagenero Hebert Ríos Torres. Su camino para llegar al deporte pasó primero por el turismo y la recreación pues trabajó con Comfenalco desde el último grado del bachillerato.

“Me quedé trabajando con ellos en el área de actividades y recreación. Esto me abrió el campo para estudiar Educación Física, Recreación y Deporte, pero ya venía laborando como docente. Antes de llegar a Ararca estuve en colegios del Distrito en Pontezuela, Pasacaballos. En el Canal del Dique llegué a Leticia y Recreo, dos caseríos que pertenecen a Pasacaballos”, resume el profesor. 

En Leticia se empeñó en sacar adelante el softbol femenino. Cuando coincidían en los campeonatos empezó a notar las capacidades de las niñas de Ararca, no solo para la pelota caliente. “Yo veía que tenían mucho potencial pero no los entrenadores que necesitaban”

Pirámides y remos

El profesor Hebert recuerda que llegó a Ararca en la Semana Santa de 2008. “Lo primero que reflexioné fue en el biotipo que tienen y en que muchas de ellas eran buenas bailarinas de las danzas ancestrales. Pero decidí que había que cambiarles el ritmo erótico que se veía por ahí por un ritmo africano con pirámides y figuras deportivas”.

“La primera vez que participamos en figuras deportivas quedaron subcampeonas porque las niñas no tenían vestuario completo y eso les bajó puntos. Para el segundo año el vestuario no llegó a tiempo, pero como el jurado sabía que las niñas venían bailando con juicio les dieron otra oportunidad; llegó el uniforme, se lo colocaron y ganaron. Eso fue en Pasacaballos: quedaron campeonas en revistas gimnásticas contra equipos de Barranquilla y Cartagena”.

“–Esta vez vamos por canotaje– me dije en 2009. Participamos en un campeonato organizado por el Instituto de Recreación y Deportes por los caños que rodean la zona de Manga, Bazurto y que daba la vuelta por donde están los cruceros; la Sociedad Portuaria era la patrocinadora del momento. Quedaron campeones los niños y niñas de Leticia y Ararca, respectivamente. El equipamiento eran unos kayaks, Ararca tenía dos que les obsequió el Hotel Decamerón; venía un camión a recogerlos y montaba ese poco de kayaks y a todos los muchachos de las islas”.

Luego distintos aliados y fundaciones que trabajan en las islas organizaron unos juegos para Barú en los que Ararca salió campeón femenino en softbol, fútbol sala y otros deportes. “Ahí nos organizamos como Club Deportivo Isla de Barú; hoy tenemos deportistas de todas las poblaciones, con niñas de cinco a dieciocho años. Hasta donde sé somos el único club legalizado, organizado, registrado en la Cámara de Comercio, inscrito ante la Liga de Fútbol de Bolívar y que compite regularmente”.

Para resumir: las niñas de la Institución Educativa de Ararca fueron las campeonas de los juegos intercolegiados desde el 2018 hasta el 2021. “En este 2022 no pudimos representar al colegio porque nos quedamos sin recursos, y cuando el Distrito los inyectó ya era muy tarde: el torneo había avanzado y no pudimos defender nuestros triunfos”. 

Ser campeonas les dió al derecho a representar a Bolívar en cuatro juegos nacionales: en Santa Marta, Montería, Bucaramanga y Palmira.

“El biotipo de la mujer ararquera es incansable, las chicas pueden estar extenuadas pero salen a jugar. Para el viaje a Palmira las recogimos a las cinco de la mañana en la puerta del colegio. Es un viaje de veinticuatro horas por tierra y tocó así porque no había para más nada. Estas mujeres son unas verracas: les dimos el desayuno en el campo, es que no alcanzamos a llegar ni al hotel y los bolsos colocados ahí tirados a un lado de la cancha mientras competían”, recuerda Hebert.

Falta estructura

En el camino se han encontrado con aliados y fundaciones a las que les agradecen infinitamente, así como a la comunidad ararquera en primer lugar. Pero concretar un proyecto deportivo que apunte a lo más alto requiere de una estructura deportiva más allá de tener el talento natural, como es el caso de Ararca: técnicos y psicólogos, buena alimentación, mejores equipamientos, uniformes oficiales y de entrenamiento, presupuesto para viajes y algún soporte administrativo, por lo menos.

En Ararca ni siquiera hay una cancha correcta donde entrenar.

La cancha actual es un campo extenso, sin las medidas reglamentarias –lodoso en días de lluvía y polvoso en días de verano– que hace varios años construyó y donó Ecopetrol en un convenio con la Secretaría de Educación del momento. Pero sin estructura deportiva no hay mantenimiento ni mejoramiento de lo poco que existe.

“Es demasiado amplia para el entrenamiento de niñas de cinco a once años. Si ese es el objetivo necesitamos construir unos marcos para dividirla en cuatro canchas pequeñas porque eso es un potrero. En el fondo de la cancha quedan los manglares y del otro fondo también hay mucha humedad; ahí todo se destruye por el salitre y la falta de mantenimiento”, opina Hebert.

Había otra cancha de cemento rígido más pequeña y acotada, al frente de la anterior, que se destinó para erigir sobre ella el Centro de Vida, también necesario para los adultos mayores del pueblo, pero que significó la pérdida de este espacio para el deporte, según se lamenta el profesor.

Y la cancha de la propia institución educativa no cuenta pues es muy pequeña y se utiliza también como patio de recreo y espacio de clases y ensayos. 

“Ahora en la comunidad están haciendo las gestiones para comprarnos otro terreno, pero de aquí a entonces las niñas necesitan entrenar más y todos los días. A mí me urge, pensando en el 2023”, explica.

“Tenemos un semillero de niñas de once que están representando a Ararca ante la Liga de Fútbol de Bolívar; no hemos ganado ningún partido, pero sí en la confianza que se tienen esas niñas. ¡Para el próximo año ni quien las aguante porque están cogiendo cancha! Ellas estaban acostumbradas a jugar en el lodazal y ahora están jugando en campos legalmente constituidos y eso cambia hasta la posición del pie en el terreno”, explica.

Cuarto bate

Ya son al menos dos las generaciones de muchachas ararqueras en estos procesos deportivos. De las primeras ahora varias son madres de familia y trabajadoras, como Crisma Villero Arévalo, madre de dos niñas que están siguiendo sus pasos.

“Yo era tercera base y cuarto bate, que es el más poderoso; la verdad era bien buena. El brazo me daba para llegar hasta primera y aun lo sigo manteniendo porque eso no se pierde cuando se lleva en la sangre. La mujer ararquera es buena para el deporte, tenemos potencia, quizás sea el fósforo del pescado, pero alguna cosa hay acá”.

“El mejor recuerdo es cuando fuimos a Bocachica: íbamos perdiendo tres carreras y con eso quedábamos eliminadas. Me tocaba batear a mí, cuarto bate, bases llenas; con esas carreras empatábamos y ganábamos a la vez porque ese era el último inning. Cuando estaba montada en el plato me dije –Ay, Dios mío, si yo metiera un batazo–. Me lanzan esa primera bola, le pegué duro y esa bola se fue; esas mujeres me cargaron y ahí me reconocieron: –Esta pelada es buena–”. 

“Es un talento que se pierde porque no lo sacan ni hay una liga más organizada. Aquí en el pueblo gusta el deporte y si hay una persona que abre el camino, uno va; aquí hay talento, pero no se explora ni se explota. El profesor Hebert es loquillo, pero la verdad es que mueve a las peladas a jugar”, dice en medio de risas sobre su compañero de trabajo, pues desde hace dos años ella labora en servicios generales en la Institución Educativa Ararca.

Las entrenadoras

De la generación más reciente destacan Loliluz Villero Vives y Celia Margarita Girado González, de veintiún y dieciocho años, quienes han hecho formación completa hasta obtener su primera licencia como entrenadoras.

“La primera vez que entré a el club tenía muchos nervios porque era una niña de once años, pero a la vez estaba muy emocionada porque sabía que ese día se me abrirían muchas puertas para mi futuro y para cumplir mis sueños”, dice Celia.

“Me siento muy contenta por los logros que he obtenido. No ha sido del todo fácil, pero aquí estamos para formarnos como deportistas y personas. Yo nací para jugar y vivo jugando. Y quiero dejarles un mensaje a las chicas que les gusta el fútbol pero que no se atreven: que sí se puede, que la barrera te la pones tú y que sí se vale soñar en grande”, agrega.

Loliluz destaca que la experiencia de estos años ha sido muy bonita “a pesar de que estamos en una situación donde hay pocos apoyos y muchas críticas. Pero justamente esas críticas nos llevaron a seguir nuestros sueños, a esforzarnos cada día, a trabajar para lograr tantas cosas de las cuales podemos decir hoy: –Fue duro pero lo logramos–”. 

‘Loli’, como le llaman sus compañeros, agrega que hay mucho por agradecer “a las fundaciones, hoteles y empresas que estuvieron apoyándonos y nos dieron la mano cuando las necesitamos como Decamerón, Aguas de Cartagena, Surtigas o el Grupo Argos, entre otras”.

“El profesor Hebert ha sido un hombre que decidió experimentar algo que en ese momento sonaba loco: implementar el fútbol femenino en Ararca. Con su esfuerzo y disciplina logró lo que hoy en día somos: el único club legalizado y que sigue trabajando con esas nuevas generaciones para mostrarles que los sueños sí se cumplen cuando hay pasión, disciplina y compromiso con lo que amamos”.

Posted in

La Barulera

Leave a Comment