LUIS DE ÁVILA: VOCACIÓN POR EL DEPORTE

Un largo camino lo llevó de ida y vuelta al pueblo: de jugar descalzo en las canchas de Barú a ser un referente deportivo, como profesor, entrenador, con su Corporación Real Star y como miembro de la Junta Directiva del IDER.

Luis Alfonso de Ávila Camargo nació en el corregimiento de Barú y desde pequeño se enamoró perdidamente del fútbol.

“Barú nunca ha tenido una cancha apta para jugar, sino un playón que se llena de agua. A veces se jugaba a pie descalzo; a veces, con los zapatos rotos; a veces con unos guayos de cuerina, no de cuero original, que me quemaban los pies cuando el sol estaba caliente; o cuando viajábamos en chalupa para Pasacaballos, Tierrabomba o las islas del Rosario. En fin, los escenarios no eran aptos para jugar, pero el amor por participar era tan grande que le permitía a uno siempre estar ahí”.

“Barú no conectaba entonces con Cartagena y la única forma de viajar era en chalupa”, relata Luis. Podría deducirse, entonces, que es un hombre viejo, porque eso suena a épocas muy lejanas. Pero no: Luis tiene 38 años y en efecto, en su infancia, apenas unos treinta años atrás, Barú aún no tenía una vía como la actual y menos un puente como el de Pasacaballos.

Aquellas travesías por el territorio insular como estudiante de primaria se dieron por el recordado profesor Jaime, sin apellido, que lo seleccionó para los Juegos Distritales y Corregimentales, que antes se llamaban Juegos del Campesino y el Pescador, según recuerda. “Todo aquel que jugaba en esa selección era bien reconocido y eso nos motivaba a ser parte de la selección de Barú”.

Pero ese honor tenía sus costos y la economía de la familia no estaba para gastos. Se puso entonces a cargar bultos desde el muelle a las casas, ayudando a los adultos. “Así fue como pude comprar mis guayos y aportar para los viajes a los que podía ir, porque no tenía el apoyo de ninguna índole”. 

Por aquella época el bachillerato tocaba estudiarlo en Cartagena. Al barrio La María, en la casa del abuelo, llegó con toda la vocación de alcanzar el fútbol profesional. Era defensor central y también podía jugar de lateral y extremo derecho. 

Un profesor de la Universidad de Pamplona lo detectó. “Si juegas bien y haces parte de la selección de la universidad puedes tener muchos beneficios a nivel financiero y académico y te pueden servir mucho para para tu carrera en materia de deporte”, le dijo.

Fueron seis semestres estudiando una licenciatura en Educación Básica con énfasis en educación física, recreación y deporte. Hasta que las cuentas no le dieron y, muy a su pesar, le tocó salirse de la carrera. El sueño del fútbol profesional nunca se le dio.

Vuelta a Barú

La prioridad era buscar alguna fuente estable de ingresos. Hasta que llegó la oportunidad con el IDER (Instituto Distrital de Deporte y Recreación): a sus diecinueve años le propusieron ejercer en su Barú natal una función similar a la del recordado profesor Jaime, como promotor de los juegos distritales corregimentales. Y por esa vía comenzó a entrenar a los más chicos

A partir de ahí la senda fue ascendente, siempre con sacrificios y mucho compromiso de por medio. A los veinticinco años retomó estudios con una licenciatura en Educación Física, Recreación y Deportes en la Universidad San Buenaventura.

Además de una rebaja sustancial en los costos académicos, por un convenio con el IDER, la universidad le condonó los almuerzos de toda la carrera. Ese gesto, que a algunos le podría parecer simple, resultó definitivo. Le permitía aprovechar todo el tiempo posible para estudiar. 

“En la noche nada más iba a mi casa a dormir porque ya dejaba todas las tareas hechas”. Y también tenía unos ingresos modestos, pero fijos, como monitor deportivo en Barú.

Más que deporte

Cerca de graduarse vino una nueva oportunidad. Ser profesor de deportes en Barú, mediante un convenio entre la Fundación  Santo Domingo, el hotel Decameron y el IDER, que “llevaron por primera vez un programa de deporte y recreación para la comunidad en una alianza pública, privada y de la comunidad”.

“Ahí tuve la oportunidad de poner en práctica todos los conocimientos adquiridos en la San Buenaventura y vino un tema más fuerte de movilización. A esa altura había entendido que el deporte va más allá del ejercicio y permite otro tipo de acciones: la inclusión, la participación, la integración social, el acompañamiento en materia de salud, todas ellas gestiones y acciones de la mano con la responsabilidad social que teníamos con la comunidad. El deporte era la plataforma que permitía todo eso y lo fuimos aplicando”.

A partir de 2016 fue contratado como profesor de planta del IDER desde las escuelas de formación en deporte. Y desde 2019 es profesor del sector oficial, a través de la  Secretaría de Educación, en el colegio de la Fundación Pies Descalzos en La María.  Desde el próximo año será profesor titular en el colegio San Felipe Neri, en Olaya.

Pero no se desligó del IDER. Es más: siguió ascendiendo. En el período 2019-2023 ha sido miembro de su junta directiva como representante del sector campesino.

“Llegué a instancias mayores de liderazgo y desarrollo, aprendiendo temas presupuestales, de proyectos de ciudad y políticas públicas para el desarrollo de  deporte y recreación en el territorio. Y nos tocó en medio de la pandemia, pero en esa circunstancia difícil entiendes aún más el ejercicio de transformar vidas a través del deporte”. 

Hoy su vida se compone de una agenda diaria muy específica, que comienza a las cuatro de la mañana y termina tarde en la noche al regresar de Barú. Entre doce y catorce horas fuera de la casa. Pero con tiempo siempre para su hijo Luis Arturo, para acompañarlo a la ruta, esperarlo al almuerzo, acompañarlo a sus prácticas. Darle mucho de lo que a él le faltó cuando tenía su edad.

Destacado de libre ubicación

“Había entendido que el deporte va más allá del ejercicio y permite otro tipo de acciones: la inclusión, la participación, la integración social”.

Recuadro

Corporación Real Star

Nació en 2018 como otra alternativa para formar y mostrar el talento deportivo de Barú. Con Fabricio Julio y otros compañeros de Barú crearon el Club Deportivo de Fútbol Corporación Real Star. En una casa de dos pisos en el barrio Almirante Colón se organizaron para tener las oficinas en el primer piso y un hogar para los jugadores, en el segundo. En diagonal les quedaba una cancha de arena para entrenar.

La pandemia lo trastocó todo. La mayoría de socios originales se retiró y solamente quedaron Luis y Fabricio. “Asumimos las responsabilidades y el déficit; recuperamos y transformamos lo que en algún momento fue una escuela de fútbol para convertirla en lo que hoy se llama Corporación Real Star”.

Hoy, Real Star trabaja en el cruce entre deporte y desarrollo social. No se trata solo la práctica deportiva sino de cómo esta puede transformar integralmente a las personas y sus entornos: desde la salud y la nutrición hasta el liderazgo y la participación. “Juntos construimos historias de vida exitosa” es su lema. 

Realizan ese trabajo mediante prácticas de fútbol, béisbol, kickball, atletismo y canotaje. Esto ha implicado tocar puertas y generar alianzas con el sector público, empresas privadas, la academia y las comunidades. “Hoy trabajamos no solamente en Barú, sino también en diferentes barrios de Cartagena, como Flor del Campo, donde hacemos un trabajo de focalización de niños que tienen el talento pero no cuentan con los recursos para estar en un club”.

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La Barulera

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