¡VOY… POR EL CAMBIO!
Los Chicos y Chicas Voy están comenzando un cambio desde adentro para que la atención al turista en Playa Blanca sea sostenible, organizada, más profesional y con mayor cumplimiento de las normas.
La multitud de turistas que ahora llenan Playa Blanca en un fin de semana no tienen porqué saber que –hasta hace relativamente poco– aquellas playas de aguas limpias eran un paraíso casi desconocido; que donde hoy se juntan uno tras otro los restaurantes, antes había una extensa línea de playa casi virgen, con algún cocotero aquí y allá, a la que venían algunas lanchas con visitantes ocasionales.
¿Cómo pasamos de eso a la insostenible marejada de visitantes, con decenas y hasta centenares de nativos baruleros corriendo detrás de los carros, los abusos en los precios que han dado hasta para noticias internacionales o la poca visión estratégica sobre cómo gestionar este fenómeno?
Un ejemplo cerca
No hay una explicación sencilla, ni de buenos ni malos absolutos. No pretende ser este el espacio para sentar cátedra, pero sí es posible pensar en algunos ingredientes del problema.
Veamos, por ejemplo: la creciente industria turística cartagenera, que va buscando y llenando nichos de entretenimiento y nuevos sitios de explotación comercial; la apertura del puente en Pasacaballos y la vía que permite llegar en carro particular, algo imposible antes; la falta de oportunidades y formación en Barú para la creciente población, que se ha multiplicado en las últimas dos décadas; la falta de un marco o gestión institucional sostenida que regule de manera efectiva el tema de playas en toda la ciudad; o una gestión comunitaria que logre acuerdos compartidos y cumplidos por todos para mejorar la situación actual.
Por fortuna, o acaso como advertencia, tenemos muy cerca un ejemplo de lo que puede pasar. En los años 70 y comienzos de los 80 Bocachica, en la cercana isla de Tierrabomba, era la playa en la que había que estar: desde Cartagena llegaban barcos llenos de turistas y allí también los restaurantes y servicios playeros se amontonaban uno al lado del otro. Pero se desbordó y las agencias y los propios turistas buscaron otras opciones. Hoy un domingo en Bocachica es un lánguido recuerdo de lo que alguna vez fue.
¿Cómo mejoramos?
Corren otros tiempos, el perfil de los turistas es otro, como también lo son las condiciones y el contexto. Aún así, todavía es tiempo para pensar en una Playa Blanca con un flujo más equilibrado de turistas, con una mejor atención para cada uno, con una fama de ser un sitio organizado, de precios correctos y vocación para que los baruleros puedan generar ingresos que vayan directo a las familias locales.
En otras palabras: una playa sostenible no solo en lo medioambiental, sino también en lo social.
La solución a esos problemas, para convertirlos en una inmensa oportunidad, pasa por un gran protagonista y el primer interesado en que las cosas funcionen bien: la comunidad que trabaja y se sostiene de los ingresos turísticos que allí se generan.
Una parte de esa comunidad, quizás la más frágil de la cadena productiva, es la de los muchachos, y algunas muchachas, que guían al turista desde la carretera hasta llegar al kiosko de la playa: los chicos y chicas Voy.
El nombre, como lo señala su ortografía, no viene de Boy (chico o joven, en inglés) sino del verbo “ir” en español. Como quien dice que está disponible para colaborar de inmediato: “-¡Voy!-”.
¿Cómo trabajan?
Son varios centenares de muchachos, la inmensa mayoría baruleros, que tiene un nivel de organización que comienza en Pasacaballos. Por las placas pueden deducir cuál automóvil es local y cuál es de turistas. A estos últimos les ofrecen los servicios que encontrarán en Playa Blanca.
Si no es en Pasacaballos, puede ser en la entrada de Ararca o en el desvío después de Santa Ana. Pero el turista siempre va a encontrar uno, que le recomendará un sitio, se ofrecerá para guiarlo y, en efecto, podría ayudarlo para pasar un buen día de playa: una carpa, una bebida o algún servicio turístico.
Parte del problema es la multitud de muchachos que se agolpan detrás de un mismo automóvil, sin coordinarse entre ellos, disputando cuál se encargará del próximo cliente. Otro, es la atención misma: a veces atropellada o sin el espacio para escuchar y entender bien las necesidades del que llega, en el afán de vender pronto un servicio. Y así, una serie de fenómenos por atender y mejorar.
De esos varios centenares, hay un grupo de jóvenes se ha puesto en la tarea de mejorar las prácticas. Saben que no a todos les parece que este sea el camino, pero confían en que cuando vean los beneficios se unan al proceso de cambio.
Reynaldo Luis Marrugo, es un santanero neto, de 37 años, 12 de los cuales ha trabajado en turismo. Hoy es el representante legal de la Corporación Chicos Voy, que agrupa al sector de jóvenes que está dando los primeros pasos para generar un cambio de fondo a la playa.
La formalización de la organización, con su registro en la Cámara de Comercio, es un hito inicial. Han trabajado en temas como listas de precios y prestación de los servicios asociados como los guías turísticos y las lanchas.
“Este grupo de jóvenes nos estamos capacitando para cambiarle la imagen a nuestra playa. Estamos intentando cambiar el modelo de trabajo que teníamos antes, para que la playa no se sienta apretada, que no haya abusos y sí más coordinación entre todos”.
La capacitación a la que se refiere fue ofrecida este año por la Fundación Santo Domingo, como un apoyo a ese proceso de transformación surgido desde la propia comunidad.
Reynaldo cuenta que comenzaron sesenta jóvenes y adultos y terminaron unos cuarenta, la mayoría de familias tradicionales de Santa Ana “con el aporte de los profesores Paola, Álvaro y Moisés, en temas de atención al cliente, gestión de proyectos y guías de turismo”.
Felix Manuel Pacheco Licona, de 31 años y también de Santa Ana, es el secretario de la corporación. Ha tenido bajo su cargo a unos 130 de los aproximadamente 250 Chicos Voy que trabajan en este oficio.
De ellos ha salido el grupo inicial que estuvo en la capacitación y está impulsando la corporación. “Los demás nos han dicho que sigamos adelante, que eso es bueno, que han notado el cambio y ya no son todos los que se les tiran a los carros”, nos explica.
“La segunda etapa del proyecto debe ser con los demás que se quedaron. La idea es que todos estén involucrados”, afirma.
“La idea al final es hacer las cosas bien. Que tengamos una playa linda, hacernos ver, incluso del turista extranjero, como unas personas y una comunidad que han cambiado, con ganas de seguir adelante”, define.
También mujeres
Las Chicas Voy son poco treinta y tres, según el registro que tiene Teresa Alean Pacheco, una de sus lideresas. Hablamos con ella un par de días antes de su graduación del curso que seis de ellas tomaron por tres meses.
“Eso fue gracias a la Fundación Santo Domingo; recibimos clases de atención al cliente, un muy buen curso porque mirándolo bien, uno no sabía cómo tratar al cliente”. Ella pide seguir con ese tipo de capacitaciones, pues contribuyen al gran objetivo de mejorar Playa Blanca.
Teresa señala que ya hay organización comunitaria; lo que hay es que mejorarla. “Uno lo que no quiere es estar corriendo detrás de esos carros. Organizándonos mejor, con el favor de Dios, todo se va dar, vamos a mejorar la atención y el ambiente de trabajo”.
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