HISTORIA BREVE DE BARÚ Y TIERRA BOMBA

SEGUNDA PARTE: LA MADRE ÁFRICA SE TOMA EL TERRITORIO.

Seguimos el relato histórico de estos territorios insulares, de la mano del historiador Rodrigo Alfaro. ¿Cuándo, cómo y por qué llegaron los habitantes negros, cuya cultura y vida social definen en gran medida lo que son hoy Barú y Tierrabomba?

Rodrigo tiene la mirada más actualizada de la historia de esos territorios porque fue el responsable de investigarla para el diagnóstico del Plan Especial de Manejo y Protección (PEMP) del Paisaje Cultural y Fortificado de la Bahía de Cartagena. Ese diagnóstico, en el que participaron profesionales de muy distintas áreas y se realizó con muchas consultas a las comunidades, está en fase de revisión final. 

Así que Rodrigo acudió en estos últimos años a todo tipo de fuentes, cotejó versiones y desempolvó documentos para componer un relato lo más ajustado posible a los hechos.

En la primera parte de esta historia vimos el choque cultural y bélico de los españoles en la época de la conquista, con los indígenas Carex como cabezas más visibles en Tierrabomba y con los Bajaire, en Barú. Cómo en el resto del continente, la población nativa decayó muy rápidamente en las primeras décadas: los gérmenes europeos cegaron más vidas que las armas. Y muchos de los que sobrevivieron se internaron en zonas más inhóspitas. Después los conquistadores intentaron establecer la institución de la Encomienda, pero los indígenas eran muy pocos para empujar una vida económica creciente.

Cartagena, en un principio un puerto menor, se convirtió desde 1545 en uno estratégico cuando se le designó como el principal lugar de acopio y zarpe a España de la tremenda riqueza que venía de las minas de plata de Perú, además de las piedras preciosas y metales extraídos de la Nueva Granada. Creció de una manera exorbitante en pocas décadas. Y una ciudad así, que además tenía connotación de plaza amurallada, necesitaba muchas maderas recias, piedra caliza, cal y ladrillos para ser erigida. 

Aparecieron entonces decenas de hornos en los alrededores de la bahía grande, como en Albornoz, El Bosque o Pasacaballos. Primero Barú y luego Tierrabomba entraron en esa dinámica. Su piedra carbonatada resultaba de primera calidad para construir la nueva ciudad, tanto las casas como su sistema de defensa amurallada. Y en ese contexto llegó el componente africano. 

Al respecto, dice Rodrigo, cuya voz llevará el resto de este relato:

A comienzos de los años 1600, cuando van a hacer la plataforma de Santangel -en Tierrabomba, frente a Bocagrande- Cristóbal de Rojas pide en su informe doscientos negros: ciento cincuenta para trabajo y cincuenta para sembradíos. Era una economía circular porque a los esclavos africanos que comprabas tenías que alimentarlos”. 

“En todo el Caribe se estaba dando un gran movimiento geopolítico porque circulaban muchas mercancías. En ese contexto las ciudades tenían que ofrecer unos servicios. En 1550 sale la primera ordenanza en Cartagena que obliga a los propietarios a construir sus casas en materiales duraderos. No se quería que fueran de materiales fáciles para el fuego, en caso de un ataque. Además, construir en piedra reflejaba un prestigio social”.

“Después tienes una bahía que protege a cualquier embarcación que esté dentro.  Aquí llegaban las embarcaciones con la plata del Perú y las que venían de España, que tras un viaje de dos meses, requerían reparación y la primera ciudad que los recibía para esa función era Cartagena. Aquí también llegaba el oro antioqueño: era una ciudad-banco de los metales que salen de tierra adentro. Todo eso implicaba un movimiento económico y un gran intercambio comercial”. 

“En 1586 Cartagena recibió el ataque de Francis Drake. El objetivo era detener el avance económico de España, la potencia mundial en ese momento. Luego de este ataque la Corona ubica a Cartagena como una de las ciudades ‘llave’, como lo fueron también Portobelo o La Habana, por su importancia defensiva para todo el Caribe y ser una entrada a territorios ricos. Por eso fue fortificada. Desde 1589 Cartagena no recibió más ataques hasta 1697 con el Barón de Pointis. Fueron 111 años sin episodios bélicos; en ese tiempo muchos comerciantes vinieron a vivir a Cartagena para establecer sus negocios. Y venían con sus familias, criados, tesoros y cofres”.

“Hacia el 1600 un setenta u ochenta por ciento de la población indígena estaba disminuida y otra se escapaba. Los portugueses y gobernadores le pidieron al rey las mercedes para la compra de esclavos. Desde 1600 hasta 1630 a los portugueses se le dieron aproximadamente doscientas concesiones para traer esclavos de África. Los portugueses se tomaron Cartagena y no podía entrar nadie más que no estuviera autorizado por las leyes de España. Estos esclavos eran la principal mano de obra de los centros de producción, que además fueron un boom en la época; no es casualidad que hubiera más de treinta hornos en la zona insular. Se traían artesanos de España, pero se necesitaba mucha mano de obra y hombres fuertes para picar la piedra, ponerla en varios volúmenes, quemarla, cortar madera o árboles para hacer el combustible para los hornos y luego cargar todo eso para Cartagena. Las casas la estaban haciendo artesanos, inicialmente sevillanos y después ese oficio lo heredan muchos negros libres, pero eso es otra historia”.

“Con esa mano de obra que se establece en las canteras y en los hornos es cómo empieza a llegar el elemento negro que hoy es más fuerte  en todos los poblados alrededor de la bahía como los de Barú y Tierrabomba”.

“Barú tuvo el primer desarrollo. Mi teoría es que probablemente ocurrió así: primero Cospique que hoy conocemos como El Bosque, Albornoz, Pasacaballos, y de ahí siguieron explorando en busca de la mejor piedra hasta llegar a la última zona de la península de Barú. Tierrabomba vino después. Primero se construyó la plataforma de Santangel y Bocachica varias décadas más adelante porque originalmente estaba deshabitada y era un lodazal, una boca chiquitica  rodeada de mangle. Lo que vemos hoy es el desarrollo de un canal artificial que se hizo para que las embarcaciones entraran por ahí luego del cierre de la ‘Boca Grande’”. 

“Aún siendo tierra fértil, Barú no aportó mucho en la producción de comida para la ciudad, pues ese rol lo cumplieron más Santa Rosa y Turbaco. Pero lo que sí tengo referenciado por una investigación que hice de mercedes notariales entre 1540 y 1545 es que ahí había mucha venta de cocos, como luego también pasó en Tierrabomba. Era la materia prima para jabones, aceites para velas y cocina, entre varios usos más allá del alimentario. Había ‘rozas’, el cultivo de pancoger en pequeñas parcelas, pero la tierra no era tan fértil como para un desarrollo agropecuario a gran escala”. 

“La pesca también era muy fuerte, con una tradición ancestral. Aún hoy los ves pescando desde jóvenes, de forma espontánea, como si fuera una parte natural de la vida y lo hacen aunque tenga algún empleo relativamente formal, algo que no ocurre en otras regiones. Cuando estuvo el Mercado Público de estas dos zonas se traía mucho pescado ahumado, una técnica y un comercio que venía desde la Colonia”.

“Mi conclusión es que en Barú y Tierrabomba se dio un crecimiento y un desarrollo humano diferente. Primero, Tierrabomba es un territorio en el que si bien se trajeron muchos esclavos negros para trabajar en canteras y en las fortificaciones, luego se establecen en comunidades que aprendieron a resistir ataques de todo tipo; recibieron los dos más fuertes que tuvo la ciudad: en 1697 con el Barón de Pointis y 1741 con el inglés Vernon. En aquellos tiempos cuando se iba a defender, se hacía con todos los hombres disponibles. En lo cotidiano estás teniendo militares todo el día en tu territorio y aprendes a convivir con eso, además del orden del aprendizaje de los oficios, que también tenía su rigor y su estructura. En su propia concepción han estado ligados a la guerra así que siempre van a ser más fuertes y resistentes a cualquier cosa”. 

“En Barú comparten rasgos afrodescendientes como la música y las técnicas manuales; pero se nota que están más en vocación de los servicios porque su rol viró hacia el desarrollo comercial para venderle cosas a Cartagena y eso requiere otro tipo de habilidades. Al ser más comercial necesitas conciliar para negociar tu producto. Barú no tuvo fortificación y eso lo hizo un territorio fácil de atacar, allí desembarcaron algunos piratas y corsarios, pero no era un lugar estratégico para tomarse a Cartagena”. 

“Por eso, en términos genéricos, creo que Barú fue más negociador y que Tierrabomba, donde quedaron las fortificaciones, tuvo un rasgo más bélico. Aún hoy noto eso en el trato de las personas”. 

“Para el siglo XVII los portugueses estaban trayendo hacia Punta Perico, que hoy es Caño de Loro, su producto comercial: los esclavos africanos. Ese era su punto de vista entonces: un simple producto que tras el viaje trasatlántico, muchas veces llegaba enfermo, desnutrido y hasta con los huesos rotos. Así no se podía vender con buenos réditos económicos. Algunas fuentes señalan que en Punta Perico los recuperaban, les daban a comer y funcionaba como una enfermería colonial. Esto da luces de por qué al mover el hospital y caserío de los leprosos que estaba en Pie del Cerro, eligieron este enclave que ya tenía esa vocación de cuidado”. 

“Y ahí viene una pista más sobre cómo el componente negro y afro se fortaleció en la isla. Los jesuítas alquilaron primero y compraron luego una cantera en Tierrabomba de donde sacaban la piedra para restituir la muralla que se habían tomado para hacer su convento al lado de la actual iglesia de San Pedro Claver, en el Centro. Luego se extendieron y crearon el tejar y la hacienda San Bernabé, que ocupaba casi media isla. Allí producían una loza que era muy apetecida en las casas de las familias más pudientes de la ciudad y la región”.

“La hipótesis de la arquitecta María Claudia Méndez, una de las mayores estudiosas de estos temas, es que los jesuitas sacaban provecho de los esclavos que llegaban con un hueso roto, por ejemplo, o en alguna condición que les rebajara su precio de venta. Los jesuítas los compraban a menor valor y los llevaban a su hacienda, en la misma isla. Allá le daban una mejor condición, los enseñaban a leer, lo educaban y lo ponían a trabajar. Y todo eso lo referenciaban en su libro de contabilidad, que es la única fuente donde sabemos cuántas personas trabajaban y qué oficio tenían”.

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La Barulera

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