BARÚ A LA U

Los jóvenes de Santa Ana y Ararca cuentan desde el año pasado con un programa que los ayuda a prepararse para el ingreso a la universidad y a escoger su vocación. Ya se están recogiendo los primeros frutos.

Cuando Jhon Alexander Álvarez cursaba el grado once en la Institución Educativa Ararca, el rector y la orientadora le informaron sobre la primera convocatoria de ‘Barú a la U’, una iniciativa que incluía cursos de preicfes y preuniversitario y orientación para ingresar a la universidad. 

Los colegios beneficiados eran tres: las instituciones educativas públicas de Ararca y Santa Ana y la Fundación Educativa Instituto Ecológico Barbacoas, también de Santa Ana. 

“Solamente podían ser elegidos los diez mejores estudiantes de cada institución; decidí postularme porque era una gran oportunidad”, señala Jhon, quien participó en el proceso, realizó la entrevista y fue seleccionado en marzo del 2021. 

“Barú a la U es como un refuerzo del colegio, que te da lo básico pero no te prepara como tal para unas pruebas Icfes porque no cuenta con ese recurso. Ese era un plus y por eso saqué un puntaje bueno. Gracias a Dios y a lo que hice en este momento tengo una beca”, explica Chalit Castro Cardales, de la Institución Educativa Santa Ana.

Ricardo José Guzmán también entró a ser parte del proceso, cuyas clases se daban en su propio colegio, el Barbacoas: refuerzos en matemáticas, ciencias sociales, naturales, castellano y todo lo relacionado con las pruebas Icfes.

Los tres encontraron un espacio que, además de reforzar sus conocimientos académicos, los motivaba y brindaba acompañamiento en cada etapa. Porque, como ellos mismos mencionan, “cuando uno no tiene suficientes recursos económicos, se desanima”. 

“Ellos te motivan a ser el mejor pero también debes tener tu motivación desde siempre; todos los que estábamos en Barú a la U era porque realmente queríamos salir adelante”, dice Chalit.

Lecturas y Whastapp

Las clases se dictaban los sábados, de ocho de la mañana a doce del mediodía, con un descanso de media hora. Las asignaturas y los profesores, cambiaban cada mes. “Empezamos con lenguaje y comprensión lectora; todo muy bacano, con un ambiente chévere, después de mucho tiempo comenzamos a ser amigos”, recuerda Jhon Alexander.

Diariamente se asignaban micro tareas mediante Whatsapp y cada semana debían leer un libro. Aunque esto último era opcional, el docente hacía preguntas sobre el tema. Los libros se prestaban durante el tiempo que necesitaran y al regresarlos podían escoger otro. Además, debían completar actividades de un cuadernillo que era revisado cada mes.  

Para evitar la deserción, los directivos realizaban un seguimiento estricto a quienes dejaban de asistir por más de dos días; visitaban su casa para conocer su situación y lograban que regresaran a clases. Sin embargo, cuatro estudiantes terminaron retirándose. 

“Yo tuve dificultades para continuar porque mis papás, mis abuelos y yo, nos enfermamos; el Covid nos dejó muchas muertes”, recuerda Chalit, quien por eso tuvo muchas dificultades para terminar el proceso. 

A los beneficiarios se les brindaba la oportunidad de realizar tres simulacros Icfes y dos exámenes tipo universitario. También visitaron la Universidad de Cartagena, y la Universidad de Bellas Artes, para conocer las carreras ofertadas, las instalaciones, oportunidades de becas, el perfil de los estudiantes y resolver cualquier inquietud.

Vocación y aptitudes

No es lo mismo desear estudiar algo en particular que tener las habilidades para ser un profesional exitoso en esa área. Y puede que la carrera que uno desea no se dicte en la ciudad, o que haya otras que se adapten mejor al perfil profesional. Ese análisis requiere de una orientación externa. En los casos de estos tres  baruleros, ellos decidieron moverse del enfoque que habían pensado originalmente.

A través de ejercicios para conocer sus fortalezas, los estudiantes pudieron descubrir la carrera que mejor se ajustaba a sus perfiles. Jhon cuenta que empezaron a guiarse por las becas que informaban a través del grupo de WhatsApp. “En el colegio nos ofrecían las becas de Puerto Bahía y Argos. Me postulé mientras participaba en el curso”. 

Desde ‘Barú a la U’ para que los jóvenes los preparaban para las entrevistas, con el fin de fortalecer su confianza a la hora de aspirar a una beca. Gracias al curso, los estudiantes presentaron las pruebas con mayor confianza, seguros de lo que habían aprendido. 

En esa primera versión del programa, al menos cinco jóvenes ganaron becas; entre ellos, Chalit, beneficiaria de la de Puerto Bahía y quien estudia Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales en la Universidad Tecnológica de Bolívar. La beca la obtuvo con el apoyo de su profesora, quien la orientó a llenar los requisitos. Después de superar varios filtros, solo dos fueron los seleccionados. 

Aunque al principio deseaba estudiar derecho, Chalit asegura que no se arrepiente de su elección; “a mí me mueven los temas con sentido social” y estudiar la hace feliz e impulsa sus planes.  Ella sueña con poner al servicio de su comunidad todo lo aprendido y aportar a la transformación social de su pueblo. 

Chalit aún vive en Santa Ana, algunas veces debe quedarse en Cartagena y pagar hospedaje, porque sus clases lo ameritan. Y a pesar de haber perdido a su abuelo, mientras empezaba el primer semestre, logró finalizar con un buen promedio. 

Por su parte, Jhon Alexander deseaba estudiar medicina, pero descubrió en el curso una carrera más acorde a sus habilidades; hoy estudia Ingeniería Biomédica en la Universidad Tecnológica de Bolívar, la única en la ciudad que cuenta con esa carrera. Para conservar la beca, debe mantener un puntaje de 3.2 hasta tercer semestre y  de ahí en adelante tendrá que ser de 3.5. 

“Un ingeniero biomédico se encarga de crear y reparar aparatos médicos para el mejoramiento del sistema de salud; desde un bisturí hasta máquinas de radiografías o prótesis”, cuenta entusiasmado. Durante la pandemia, la mamá de Jhon Alexander quedó desempleada y tuvieron que regresar a Ararca. Actualmente, vive en Cartagena, lo que facilita su desplazamiento a la universidad.  

Las becas son promovidas por las respectivas empresas u organizaciones y no hacen parte integral de Barú a la U, aunque hay mucha sintonía con las instituciones que promueven esta iniciativa, como la Fundación Santo Domingo, pues ayudan muchísimo a que los bachilleres estén mejor preparados para sacarles el mejor provecho a esas oportunidades.

Dichas becas suelen cubrir costos del semestre y un subsidio de transporte que les facilita su permanencia y les permite acceder a materiales académicos. En el caso de Jhon, pudo comprar su propio computador. 

Del diseño a la actuación

En cuanto a Ricardo José, aunque quería estudiar diseño gráfico o arquitectura, al conocer los programas de la Universidad de Bellas Artes, le interesó mucho la carrera de artes escénicas porque se ajustaba a sus intereses más personales, como los vídeos de humor que él y otros compañeros en la isla han venido haciendo a través de redes sociales con notable éxito.

Ricardo estudia gracias a la Beca Lucho Bermúdez que le exige un promedio de 3.8 y él respondió con un 4.0 para este último semestre cursado. Ricardo vive en Ararca, todos los días viaja a Cartagena a cumplir con sus estudios y regresa. “Es un poquito costoso, pero es cuestión de querer estudiar”, asegura. Su próxima meta, al finalizar su actual carrera, es estudiar arquitectura. 

Estos jóvenes de Barú coinciden en un sueño, ver que otros chicos puedan alcanzar la educación superior como ellos lo hicieron, encontrando apoyos en el camino. Al concluir sus estudios, algunos no saben si dejarán o no su terruño, pero Charit tiene algo claro; “no creo que me vaya muy lejos, si lo hago será para buscar la manera de seguir aportando al desarrollo de mi tierra”. 

Las instituciones

La Fundación Santo Domingo comenzó el programa atendiendo a las peticiones de las instituciones educativas y los propios jóvenes de Barú, que veían cómo sus posibilidades de llegar a la universidad disminuían drásticamente respecto de otros muchachos de la ciudad que tenían una mejor preparación para los exámenes de ingreso a la universidad.

“Era vital que los jóvenes de Barú tuvieran acceso a esas pruebas. Cualquier niño de la insularidad de Cartagena estaba en una desventaja muchísimo mayor que cualquier otra persona”, explica María Stephanie González, gerente de Desarrollo Social Barú de la Fundación Santo Domingo.

El problema empeoró con la pandemia por Covid 19 porque el examen Icfes se convirtió en el único exámen de ingreso a la universidad pública. Los muchachos se estaban jugando todo en una sola carta.

“Creamos Barú a la U porque es fundamental democratizar las oportunidades. En un país donde sueles entrar a la universidad mediante estas pruebas y los colegios públicos no tienen capacidad para brindar esa formación, se sigue abriendo una brecha enorme entre los que pueden tener esa preparación y los que no”, agrega  Maria Stephanie, una entusiasta absoluta de este proyecto.

“Es el primer paso de cambios trascendentales en la educación de nuestra isla que tenemos que dar”, remata.

Buscando la mejor forma de lograrlo, la Fundación Santo Domingo llegó a la Fundación Adomi, cuya labor altruista en este campo ha beneficiado a más de mil jóvenes cartageneros. Se forjó entonces una alianza potente para abordar el problema.

“Esta alianza crea facilidades de desarrollo para cerrar las brechas de desigualdad que hay en la isla. En el proyecto se lucha por fortalecer y consolidar los hábitos de lectura y estudio, con el propósito de obtener un buen puntaje en las pruebas Saber 11 y, de esta forma, acceder a una universidad”, ha dicho Juan David Martínez Mogollón, director de la Fundación Adomi.

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¡De 30 a 252!

Gracias al compromiso de los estudiantes y al éxito del proyecto, este año se sumaron organizaciones como Fundación Puerto Bahía, Fundación Hernán Echavarría y Fundación Grupo Argos que permitieron ampliar el cupo de 30 a 252 estudiantes de toda la isla de Barú y ya no será solo para estudiantes de grado 11 sino que se amplió al grado 10.

“Son 252 personas que tendrán una ayuda clave y a quienes podremos acompañar en su proyecto de vida. Barú a la U no es un programa más de preuniversitario o de preicfes. Nuestra herramienta más poderosa es el acompañamiento constante, el estar ahí para los estudiantes y sus familias, como lo hacemos con Adomi y las fundaciones que estamos en el programa”, dice María Stephanie González.

“Por distintas razones, nuestros jóvenes suelen estar condicionados a creer que sus oportunidades son unas pocas, muy específicas de la isla. Y no siempre se les ha preguntado qué quieren hacer, con qué se identifican, que habilidades tienen o para qué sienten son buenos. El sentido de Barú a la U es el acompañamiento del proyecto de vida, de darles las herramientas, de ayudar a que ellos crean en sus sueños y los hagan realidad”.  

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La Barulera

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