LEONARD VALLECILLAS LIDERAZGO EN BARÚ

Es uno de los principales líderes del poblado de Barú: tiene visión, ideas muy articuladas y una vocación sin límite por conseguir avances para su comunidad.

“El Vallecillas me viene de Tierrabomba, donde nació mi papá y el Molina de mi mamá, netamente barulera”. Fueron doce hermanos, siete de una familia que su padre formó en Tierrabomba y los cinco en el hogar de Leonard. De ellos, diez siguen vivos y se tratan por igual, pues crecieron yendo de un hogar a otro, sin distingos de ninguna clase. 

Su abuela hizo parte de una generación de baruleros que se fueron a vivir a las islas del Rosario, para poblar y cultivar. Allá vivió Leonard unos años con sus padres, que cuidaban una finca. Luego, a Pasacaballos, para estudiar su primaria porque en Barú no había buenas opciones. Después regresó con sus padres a Cholón. 

Y así: una vida de mucha movilidad, por toda la región. Hasta que en 1999 se graduó de bachiller en Turbaco. A esas alturas, dieciséis años, ya tenía su primera hija y su mujer. Pero sus padres lo ayudaron, seguros de que ese era el camino correcto.

“Comencé a estudiar odontología en la Rafael Núñez, pero al tercer semestre la cosa se puso complicada y quería bajarles un poco la carga a mis papás con respecto a la responsabilidad de mi primera hija. Entonces me tocó venirme a Barú a buscar qué hacer”, nos dice en su casa, a un paso del canal por donde salen las lanchas a mar abierto, al fondo del pueblo.

El liderazgo comenzó por el deporte. Hacía parte de la selección de fútbol de Barú y era de los que llevaba la vocería. “Entonces me veían esos rasgos de liderazgo y la gente empezó a identificarme y delegarme responsabilidades; eso llevó que a los diecisiete años me llamaran a hacer parte de la Junta de Acción Comunal: era el secretario de la junta y me mantuve ahí un buen tiempo. Estaba Mariela Zúñiga, Juan Pérez, el profesor Orlando Lemus; que eran del liderazgo que llevaba entonces las riendas de la comunidad”.

Y le llegó entonces un trabajo que sin buscarlo le ayudó a fortalecer su acción en el pueblo. Durante siete años fue cuidador de una finca cercana. Los dueños iban muy ocasionalmente porque no había ninguna construcción. Eso le permitía venir a Barú con toda la frecuencia necesaria para atender labores del deporte y la Junta de Acción Comunal, sin descuidar su responsabilidad.

En 2012 vendieron la finca. Regresó a Barú, a la casa de la calle de la Cruz donde hablamos con él y empezó a buscar otras alternativas: deportes náuticos en una lancha con un hermano y otros familiares; después, en la misma lancha, vender pescado y mariscos a los dueños de fincas; en alguna época vendiendo artesanías y collares en Santa Marta; como ayudante de albañilería o lo que saliera en Barú. Si no le resultaba una cosa, salía la otra y, a veces, varias al tiempo.

En paralelo vino un proceso que comenzó con la capacitación de un grupo grande de vecinos en la ley 70 y el Decreto 1745, que entre otras cosas regulan los consejos comunitarios, una figura que no era muy conocida en Barú, pero que una vez se conformó en 2006 se convirtió en un referente incluso nacional.

Nació entonces el Consejo Comunitario Comunidades Negras B20: B por Barú y 20 por los vecinos que  terminamos toda la capacitación, incluido Leonard. Ese fue el origen de un liderazgo colectivo que todavía hoy es el principal en Barú. Desde 2014, Leonard es su representante legal. El presidente actual es Diorys Pacheco de Ávila, otro de los referentes en Barú.

“El liderazgo no es que si te ponen un cargo te vas a convertir en líder; es cómo tú te desempeñas y cómo generes resolución sobre las situaciones de la comunidad. La gente así lo identifica  y tienen tres o cuatro referencias a las cuales le pueden llevar sus problemáticas para resolverlas, y sigo siendo parte de esas referencias; si no soy el primero tampoco soy el último”, explica.

Hoy, este padre de cinco hijos en tres matrimonios, reparte su tiempo entre las actividades de la comunidad y su sustento: un bar-terraza en islas del Rosario y la comercialización directa de pescados y mariscos con algunos hoteles escogidos.

Apenas pisando los cuarenta años, le ha rendido en la vida y en la labor comunitaria. Hay que esperar mucho más de este hombre preciso en su lenguaje y claro en sus objetivos.

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La Barulera

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