EMIRO DÍAZ: DE LA CULTURA TAMBIÉN SE VIVE

 

Bailarín en primer lugar, pero también influenciador en redes sociales, emprendedor y gestor cultural. Este hijo adoptivo de Ararca llegó para quedarse y ser uno de los motores de la comunidad. Esta es su historia.

Su nombre completo es Emiro Díaz Berrio, pero en Ararca es mejor preguntar por ‘Peluking’ o ‘El Peluca’. Hasta los niños lo reconocen más así y pueden ubicar al visitante para guiarlo hasta donde esté, pues suele estar aquí o allá, pintando sus murales o haciendo actividades comunitarias.

“Nací en 1983 en Cartagena, en el barrio Daniel Lemaitre. A los dieciocho años conocí el baile y por años lo combiné con mi trabajo como contratista en la Armada Nacional. Pasados unos doce años conocí a unos muchachos que me contaron de una oportunidad de empleo en el Hotel Decameron Barú. Yo entonces no conocía Barú, ni siquiera Pasacaballos. Con eso te digo todo”.

El bote y las estibas

Conversamos con él en un rato que le dejó la organización de las fiestas del Pescador, que tras dos años de pandemia volvían a celebrarse de manera presencial. Esa tarde hubo concursos de baile, competencias de canoeros y otras más, organizados por él y otros líderes de la comunidad. En una ranchita apartada, cerca del sancocho comunitario, nos desgranó la mazorca de su vida.

Tenía veintisiete años cuando empezó a trabajar en el hotel Decameron; allá se dedicaba a la pintura y a la fibra de vidrio. En sus ratos libres bailaba, pero sin descuidar la responsabilidad económica con su madre. 

“Entonces fue que conocí Ararca. Me quedaba aquí de lunes a viernes y los fines de semana regresaba a Cartagena. Llegué un 16 de julio, no recuerdo si de 2009 o 2010, en plenas Fiestas de la Candelaria. Era un mundo nuevo para mí, ver a la gente, a los niños bailando champeta y celebrando, era muy diferente a lo que vivía en Cartagena. Me visioné y pensé: –Yo aquí me puedo proyectar–. Me gustó tanto que me quedé”. 

“Yo vi el pueblo sin pavimento, sin el puente que conecta a Barú con el continente. Se cruzaba en bote y caminé desde el puerto de Pasacaballos cuando los botes no trabajaban: eso era una locura. Cuando llegué acá encontré casas de bahareque y la primera en que yo viví era de estibas”. 

Entonces convivía con una compañera con la que tenía dos hijas. “Ella no quería mudarse de Cartagena, pero al final lo hicimos. Acá construí una casa, la levanté porque me salió una oportunidad en Ecopetrol, donde trabajé casi un año en la construcción de la refinería”. Su tercer hijo con ella nació en Ararca

A champetear

A los dos días de estar en Ararca dio el primer paso de un camino que lo ha convertido en un ‘influencer’ con casi doscientos mil seguidores en redes sociales. 

Pero comenzó con algo más modesto, pues no tenía otro objetivo que crear un espacio para enseñarle a bailar champeta a quien quisiera de la comunidad ararquera.

“Fue una locura. Iba desde el que estaba gateando, todo el mundo. En Ararca no habían espacios distritales para la cultura y muy pocas personas salían; todavía hay ararqueros que no conocen Playa Blanca, Barú ni Pasacaballos. Llegué a tener más de cien personas interesadas en tomar clase conmigo. Empezamos en el colegio, pero no daba abasto y tuvimos que pasarnos al polideportivo. Llegaba de trabajar del hotel como a las seis de la tarde y ya me estaban esperando”. 

“Las clases eran diarias. Era un furor porque la gente no tenía mucho que hacer en las noches. En Ararca el punto de encuentro social es el campo; ahí nos reunimos a hablar de lo que salga, noticias o chismes; pero no hay ninguna oferta cultural. Todavía hoy me dicen –Ay, Peluca, estoy barrigona: ¿por qué no haces clases de aeróbicos para que bajemos de peso?–”. 

A pedalear

Pronto se convirtió en un referente local. Lo invitaron a ser parte del Consejo Comunitario. “No tenía ni idea de lo que era, pero me explicaron su rol y comencé a trabajar el tema cultural que tanto me interesaba”. 

Ya haciendo parte del tema cultural en Ararca, Emiro les llevaba a las empresas propuestas de desarrollo enfocadas en la danza, pero nunca le asignaban recursos. Así que encontró en la propia comunidad la sostenibilidad para su proyecto. “Me di cuenta de que Ararca tiene un legado cultural muy bello con sus trenzas, la danza y su forma de ser. Todo eso teníamos que proyectarlo”. 

Así nació Bicitour Barú, una iniciativa turística y cultural en bicicleta. “No tenía ni una bicicleta. Mi primer paso fue ir donde un hacendado de la comunidad, le presenté el proyecto y le gustó. Ahí mismo, conmigo al lado, llamó a un almacén en Cartagena y me donó tres. Así empecé”. 

Pero aún no tenía un atractivo turístico material para mostrar; así que pensó en crear una serie de murales que contaran la historia de Ararca y su legado afrodescendiente; de esa manera la gente se tomaría fotos, llevaría un recuerdo y atraería más público.

Emiro tocó muchas puertas para desarrollar su idea, pero no le veían potencial. Las que sí sumaron fueron la Fundación Santo Domingo y el Grupo Argos. 

Bicitour ofrece un recorrido por Ararca de una hora, pero como no era un sitio turístico reconocido, el proyecto le exigió a Emiro un arduo trabajo en redes sociales. “Conseguí un recurso y contraté a la influencer Bianca Licona para que mostrara lo que veníamos haciendo; ella venía trabajando en el Mercado de Bazurto y otras iniciativas”.

Después de esa estrategia, Bicitour pasó de diez a más de cinco mil seguidores. “Traíamos a quienes movilizaban gente con sus redes y mostrábamos nuestra comunidad; así fuimos creciendo. La gente de Pasacaballos empezaba a preguntar por los murales. Las tres bicicletas no me daban abasto, salía con un grupo y ya había otras tres personas esperando, eso fue una locura. Logré conseguir diez más y en una convocatoria del IPCC gané otras cuatro”. 

El impacto fue tan grande, que al buscar Barú en las redes, no solo aparece Playa Blanca, sino también las actividades impulsadas por ‘El Peluca’. “Cuando ya estábamos en la cúspide, nos entró la pandemia. Lo que me salvó económicamente es que los vecinos llegaban a alquilar las bicicletas para hacer ejercicio o pasear; a veces, me daban tres mil pesos por hora. Pero por ese uso intensivo se fueron dañando y no había dónde comprar repuestos, así que las dejé sin cambios”. 

De lleno a la cultura

Después de siete años en Decameron, Emiro se retiró para dedicarse de lleno a su trabajo comunitario y cultural. “Era muy complicado trabajar y al mismo tiempo atender reuniones del consejo. Además, nadie dominaba el tema cultural y me pidieron que me quedara. Ahora recibo pagos eventuales que se gestionan con las empresas que están en Ararca; y algunas veces me contratan para hacer videos, así me ‘bandeo’ económicamente”. 

“Mi sueño con Bicitour es volver a Ararca un destino turístico. Después de la pandemia volví a tocar puertas. Grupo Argos me donó hace una semana cinco bicicletas Mountain Bike y el proyecto de Arquitectura y Concreto de Calablanca, otras cinco. Ahora me puse a reestructurar murales y trabajar en uno llamado “Herencia”, donde visibilizo las trenzas. Hay un mural llamado Matices del Negro. En total, hay más de doce murales por toda Ararca”

Con el paso de los años se ha convertido en un conocedor de cómo presentar y ejecutar proyectos culturales y comunitarios, en un experto en redes sociales y en un bailarín digital, que da clases privadas cuando hace falta. En los últimos meses reactivó también sus clases presenciales de champeta, que  vincula al turismo cultural comunitario.

En el marco de las consultas previas, los hoteles que han abierto en los últimos años se acercan a la comunidad para coordinar qué oferta cultural puede ofrecerles a sus huéspedes. En el caso de Emiro presenta su espectáculo de danza en el hotel Sofitel Barú Calablanca. Lo hace con el primer grupo que formó en Ararca. “Cuando yo llegué tenían siete u ocho años y hoy la mayoría son mujeres cabeza de familia y mayores de edad. Con seis de ellas y cinco músicos vamos a hacer el show de danza”.

A Emiro lo empiezan a reconocer en Playa Blanca, donde llega mucho turista. “Me encuentro a cualquier fanático y me preguntan “Hey ¿tú no eres Emirin?”; a veces me da pena porque yo ando en mi día a día, como ‘fachoso’ y uno en redes pinta otro personaje con distintos outfits”. 

“No me voy”

Hace casi cuatro años formó un nuevo hogar al lado de la barranquillera Yeidys Ruiz. “La conocí porque ella vino a ver a sus parientes de Ararca y tuvimos el feeling. Ya vamos a tener un hijo, Mateo”. 

“Mis otros tres hijos -Sharith Nicole, Xiana Alexandra y Diego Enrique- viven con su mamá en Pasacaballos y se quedan conmigo cada semana. Mi hija mayor no se siente ararquera, pero la segunda sí porque llegó con tres años, aquí creció y es feliz”.

“Yo no me voy. En los diez años que llevo aquí, Ararca ha crecido mucho; se le vino el desarrollo sin estar preparada. He vivido tantas cosas, buenas y malas que no me veo fuera. Lo único que tengo en Daniel Lemaitre son a papá y mamá, pero mi vínculo de vida y trabajo están aquí”. 

Recuadro para tercera columna página 11

Las redes

Facebook: la cuenta ‘A ritmo de Barú’, llegó a los 120.000 seguidores.  “Mi meta este año es monetizar Facebook, lo que me cambiaría  la vida. Para lograrlo necesito mil seguidores y seis mil horas de reproducción; cumplo con lo primero, pero me faltan dos mil horas de vistas. Estoy a tres videos de alcanzar ese objetivo”.

TikTok: con la cuenta ‘elpelu_king’ tiene 50.000 seguidores de sus bailes. Uno de sus videos tiene casi dos millones de vistas. 

Instagram: aparece como “Emirin” y cuenta con 8.000 seguidores. 

YouTube: en la cuenta ‘A ritmo de Barú tiene 5.000 seguidores. “No gano el súper dinero, pero ya casi puedo retirar porque estoy por completar los cien dólares”. 

Kawai: La cuenta Emirin Díaz, que abrió recientemente tiene 3.800 seguidores. “Estoy esperando a que las vistas se den para empezar a generar ingresos en esa aplicación”. 

Posted in

La Barulera

Leave a Comment