BARÚ SABE DE MARIMULATAS

Federman Vargas Peralta es uno de varios artesanos que mantienen en pie la tradición del tallado de la madera en el pueblo de Barú. Sus artesanías han viajado lejos, pero él sigue feliz en el lugar donde nació.

“Nací y me crié acá. Luego estuve en Cartagena mientras estudiaba, pero nunca dejé de venir. Cuando terminé mis estudios regresé y me organicé con mi esposa, Yunis Díaz Rodríguez, con quien tuvimos nuestros tres hijos. Tengo unos veinticinco años en el arte del tallado en madera”.

“Al comienzo, a falta de las herramientas adecuadas utilizábamos cuchillos, algún formón y la que llamamos segueta de pelo, que tiene una cuerdecita muy fina. A mediados del año 90 ó 91, cuando llegó la energía eléctrica a esta zona de Barú, empezamos con herramientas sencillas y a calar con máquinas”.
“En ese entonces yo solamente lijaba y pintaba una que otra cosa. Por el año 94 ó 95 tuvimos una capacitación con el maestro Rafael Heredia, nativo de Barú, quien restauró la Casa de la Cultura. Eso fue por medio de una fundación.

“ Fuimos muchos jóvenes. Ya había algunos avanzados, que tenían el talento y también se capacitaron con nosotros, los más novatos”.

Tallas y panes

“Esta también ha sido una tierra de hacer barcos. El señor Vargas, don Marco o don Efrén Gómez fueron grandes talladores de barcos. En aquellos tiempos la gente se dedicaba a eso porque su profesión era pescar y no tenían más instrumentos, así que buscaban a su compañero y hacían su barca teniendo en cuenta la forma correcta de acuerdo a un saber que ha pasado entre las generaciones. Luego vinieron muchos jóvenes que entonces también hacían los tallados y arreglaban los barcos. Pero el arte de tallar barcos y el de la artesanía van por caminos distintos”.

“Acá este ha sido un oficio tradicionalmente masculino. Quizás porque al comienzo hay mucho trabajo duro con materiales como la ceiba, que se hace con machete para ir dando las formas. Las mujeres suelen colaborar en labores de más cuidado, como la lijada o la pintura. Usualmente son las esposas de los artesanos. Hubo algunas muchachas en aquellas primeras capacitaciones, pero luego lo dejaron”.

“De los primeros que nos dieron la mano a los artesanos, pescadores y nativos fue la Fundación Corona, de los Echaverría. Ellos llevan más de treinta años en el territorio, tienen sus tierras en la isla y sus fundaciones con las que han ayudado a las comunidades, como Punto de Encuentro que ha ayudado mucho a los artesanos y tienen el museo local de artesanía que se conoce como la Casa Amarilla”.

“En un principio las capacitaciones fueron para hacer la talla, saber los precios y negociar bien. Luego, la asociación ha tenido bastantes capacitaciones con programas de la alcaldía o de Oportunidades Rurales para temas como mejorar el diseño y la entrega del producto o para la comercialización. ¡Hasta cursos de panadería nos dieron! Muchos artesanos nos capacitamos y nos fue bien. Duramos como tres años que ¡panes que hacíamos y panes que vendíamos! Surtíamos a todas las tiendas aquí. Luego la gente se fue desanimando porque no se ganaba acorde a lo mucho que se trabajaba y lo fuimos abandonando”.

¡Ese para allá no va!

“A veces los clientes cuando van a un almacén y ven las mariamulatas, preguntan precio y comienzan a averiguar, —¿Y estas mariamulatas dónde la hacen? ¿Quién es el artesano?— Y los de la tienda le darán el nombre pero para sus adentros pensarán “¡Nombe, esa persona nunca va a ir allá!”. Pero entonces en cualquier momento alguien me llama y me dice: —Mira, conseguí tu número, ¿tú cuántas mariamulatas me puedes hacer para tal día?—”.

“Aquí también viene un señor que vende bastante a ferias y le gusta hacer negocios directamente con el mismo artista, sin intermediarios. Si ve que un canasto lo hacen en San Jacinto va para allá y busca a quien lo hace, cómo lo hace y a cuánto produce por volúmen. La primera vez que vio mis artesanías fue en Corferias, en Bogotá.

Allá le dijeron que eso era en Cartagena, que los artesanos de Barú y no sé qué. Un día que vino a Cartagena las volvió a ver en el puesto de la Escuela Taller en Las Bóvedas. Total que el hombre se dió mañas de llegar hasta aquí, a mi casa. Empezó a escoger y separar cosas y la cuenta le dio más de tres millones. Entonces me dijo —Bueno yo no tengo el presupuesto de toda esa plata, pero para cuándo me tienes esa mercancía lista—. Yo le dije que en unos quince días. Comenzamos a sacar productos con él y seguimos haciéndolo hasta la fecha”.

“Así que mi artesanía se fue dando a conocer y comencé a viajar a Venezuela y Panamá. También participé en ferias en Bogotá, Cali, Medellín, Bucaramanga, Montería y Barranquilla”.

“Un comprador muy importante es Artesanías de Colombia. En el año nos hacen tres o cuatro pedidos en los que trabajan más de siete u ocho artesanos. Además de eso tengo unos clientes que tienen almacén en Cartagena, promueven nuestro arte y nos dan popularidad”.

La marca nativa

“Además de estas ventas, también vendemos en todos los hoteles. Yo estoy en el hotel Isla del Encanto y de ahí no puedo ir a otro. Allá somos ocho artesanos y nos rotamos cada dos días. El día de descanso, como estoy libre, me puedo ir a Cholón o a Playa Blanca o me puedo quedar en el taller. Estos hoteles no nos piden comisión ni nada. Su beneficio es que el nativo no está acosando al turista porque uno está organizado en un lugar fijo.

La facilidad para nosotros es que si el cliente quiere pagar con tarjeta, el hotel te presta el datáfono y después te paga en efectivo y se gana el 10%. Todos los hoteles tienen ese pacto con los nativos y es difícil que una persona que no sea de acá venda en esos lugares porque acá se le desconoce. La gente cuando ve al nativo con la piel oscura, que es trabajador y que la está luchando, le compran”.

“Aquí hay pocas cooperativas. La gente trabaja mayormente de manera individual. Cuando hay algún pedido grande o me vienen a comprar algo que no tengo, acudo donde un compañero que lo tenga o que me ayude a realizar el pedido. También los demás hacen así y en dado caso me piden la ayuda para completar un encargo. Hay que tener en cuenta que las ventas acá son muy lentas. En el pueblo hay aproximadamente entre quince a veinte artesanos, pero son muy pocos los que viven enteramente de eso. En un almacén de lujo o turístico las ventas se dan a diario, pero para nosotros son ocasionales. Uno se mete por semanas al taller y saca su producción, pero mientras se va vendiendo cada quien se ocupa de otra cosa para buscar los ingresos: unos se dedican a la pesca; otros, a los trabajos de construcción; otros, al turismo y así. En mi caso tengo una venta de bisutería que compagina con la artesanía y me las compran los revendedores que van a las playas. Esa venta es casi a diario. Además de eso soy un artista, pintor, y ocasionalmente me toca pintar por otras partes o intento conseguir clientes para irles ofreciendo mis artesanías”.

“La madera principal que manejamos es la ceiba. Cuando los encargos son grandes la pedimos de Cartagena. A un producto le sacamos el costo dependiendo de a cuánto esté la madera allá. Una sola tabla de ceiba puede costar unos ciento cincuenta mil pesos. Aparte de eso uno guarda la que se encuentra en la playa, o en alguna construcción.Las mariamulatas tienen muchos precios comerciales, pero a la persona que viene aquí al taller en Barú, le puedo vender una en cincuenta o sesenta mil pesos, mientras que no sea pintada en poliuretano. Cuando me la piden para llevarla a Cartagena la vendo en setenta cinco u ochenta mil pesos. Si me la piden para Bogotá con los gastos pagos y todo incluido, salen casi a cien mil pesos. En los comercios valen muchísimo más”.

“Mi mujer es licenciada. Vino a dar clases a Barú, nos conocimos, y se quedó aquí. Ahora no está dando clases porque hace un año que alumbró a nuestro tercer hijo y le quiere dedicar tiempo. Cuando no está trabajando en lo suyo ella ayuda bastante en el taller; es mi mano derecha en la bisutería. Todo lo que está aquí es fabricado por nosotros. Por ese lado, gracias a Dios, nos entendemos muy bien”.

Taller de Artesanías y Diseños Peralta
Federman Vargas Peralta
318 692 43 96

Posted in

La Barulera

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